Si bien muchos están familiarizados con la vida de pobreza de san Francisco de Asís, pocos saben que fue un ardiente promotor de la devoción a la Eucaristía. Creía firmemente que Jesús estaba verdadera y sustancialmente presente bajo la apariencia de pan y vino en la Misa. Con esto en mente, siempre buscó darle a Jesús en la Eucaristía su mayor respeto y devoción. Si san Francisco visitaba una iglesia y veía que estaba sucia, sacaba una escoba y la limpiaba.
La delicadeza y devoción de san Francisco
Esta devoción eucarística se extendió a los vasos preciosos usados durante la Celebración Eucarística y escribió en una carta a los sacerdotes sobre por qué debían usar cálices y tabernáculos de alta calidad.
"[Que] todos los que administran tan santos misterios, especialmente los que lo hacen con indiferencia, consideren entre sí cuán pobres pueden ser los cálices, corporales y lienzos donde se sacrifica el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo. Y por muchos es dejado en lugares miserables y llevado por el camino irrespetuosamente, recibido indignamente y administrado a otros indiscriminadamente".
"Entonces, corrijamos de inmediato y resueltamente estas y otras fallas; y donde quiera que el Santísimo Cuerpo de nuestro Señor Jesucristo sea incorrectamente reservado y abandonado, que sea extraído de allí y puesto y reservado en un lugar precioso".
San Francisco quiso que su recomendación perdurara después de su muerte y reiteró este punto en su Testamento.
"Por encima de todo, quiero que este Santísimo Sacramento sea honrado, venerado y reservado en lugares ricamente ornamentados".
La presencia real de Cristo
El pobre de Asís amaba profundamente a Jesús y pasó el resto de su vida ofreciéndole cada una de sus acciones.
Su deseo de tratar la Eucaristía con tal respeto solo tiene sentido cuando se ve a través del lente de la presencia real de Jesús. El pensamiento del santo era que, si Jesús está realmente presente bajo la apariencia de pan y vino, entonces san Francisco creía que cualquier cosa que contuviera la Eucaristía debería ser digna de un rey.
Esta forma de pensar debería ser rescatada, pues tenemos la certeza de la presencia real de Jesús en la santísima Eucaristía, ahora con el análisis científico de los milagros eucarísticos.
Y sobre todo, con la promesa del mismo Cristo: «Coman todos de él porque esto es mi cuerpo...tomen y beban todos de él porque este es el cáliz de mi sangre» (Mt 26, 26;28).