Visitar la Basílica de San Francisco de Asís es una experiencia realmente inolvidable. Quizás sea porque se encuentra rodeada de paisajes espectaculares o quizás porque se siente al mismo santo en cada rincón de sus paredes.
La Basílica, declarada patrimonio de la humanidad por la Unesco, está construida en el lugar donde el santo quiso ser sepultado, en una colina llamada -en la época medieval- “Collis Inferni” (colina del infierno) porque allí eran enterrados los condenados a muerte después de las ejecuciones públicas. Después de haber puesto la primera piedra para construir la basílica, la colina fue renombrada “Collis Paradisi”, es decir, colina del paraíso.
Se comenzó a construir en 1228 después de la proclamación de santidad de Francisco a solo dos años de su muerte y se terminó en el 1253, gracias a las donaciones que llegaban de todo el mundo.
Basílica superior: frescos de su vida
La Basílica es una fusión de estilos arquitectónicos románico y gótico y tiene un nivel superior y otro inferior.
La basílica superior es adornada, en su fachada, con un gran rosetón hecho con los símbolos de los cuatros evangelistas. Su interior es bastante iluminado y sobrio. En el lado izquierdo se encuentra la Logia de las bendiciones, donde en un tiempo venía mostrado a los fieles el Velo santo de la Virgen que fue donado a la basílica por el príncipe Tomasso degli Orsini, en el siglo XIV.
Toda la basílica superior está enriquecida por magnificas vidrieras medievales e importantes frescos, entre ellas la 28 escenas que cuentan la vida de san Francisco, basadas en las “Leyendas Mayores” (la biografía del santo escrita por san Buenaventura) preciosísimas pinturas atribuidas al Giotto.
(En imágenes) La vida de san Francisco pintada por el Giotto:
Basílica inferior: sus restos
La basílica inferior, por el contrario, es más oscura y silenciosa. Quien entra puede sentir de inmediato una atmósfera de gran paz y espiritualidad que invita a la meditación. No puede ser de otra manera, ya que aquí se encuentra la cripta con los restos de san Francisco.
Delante de la tumba se encuentra una lámpara que siempre está encendida y funciona con aceite. Este aceite es donado cada 4 de octubre, día del santo, por una de las regiones de Italia. La lámpara, refiriéndose a la gran bondad de Dios, que no es más que un pequeño rayo de su grandísima luz, tiene la siguiente frase:
otro que no es más que una luz de su rayo"
Quien visita la tumba puede encender una vela y escribir una oración al santo. Alrededor de la tumba también se encuentra los restos de sus discípulos, los beatos: fray Ángel, fray Maseo, fray Rufino, fray León.
También es importante visitar la Capilla de las reliquias, ahí podemos encontrar, por ejemplo: el hábito del santo color ceniza, sus sandalias y la piel que evitaba que la sangre del costado manchara la túnica; el cuerno de marfil, regalo de al-Malik al-Kamil, Sultán de Egipto, en 1219; el texto original de la Regla franciscana, considerada como la Carta Magna del movimiento franciscano, entre otras cosas.