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El de Boric fue un triunfo arrollador, "contra toda lógica", comentaba para Aleteia un analista profesor universitario de Santiago.
“Es de esperar –agregó- que prime la sensatez y recobre los tres indicadores de gobernabilidad deteriorados: Primero, Estado de Derecho; segundo Estabilidad Política y Ausencia de Violencia; tercero Control de la Corrupción y derroche de los recursos fiscales”. Casi nada.
De nuevo, Chile en el disparadero de un cambio de timón que hace recordar tiempos superados donde la izquierda acentuaba las diferencias en lugar de armar juego de consenso. No obstante, el discurso del presidente electo Boric -el más votado en la historia- tiende puentes y formula líneas auspiciosas de lo que sería su Administración.
El diario La Tercera de Chile publica lo que ha llamado “las claves” de esa primera alocución pública como próximo inquilino de La Moneda:
“Frente a miles de personas en la Alameda –escribe Jorge Arellano-, Gabriel Boric planteó varios énfasis como la continuidad histórica; la unidad y el diálogo; la gradualidad de los cambios y la responsabilidad fiscal; el respeto a los Derechos Humanos, entre otros. También hubo guiños para Patricio Aylwin y Salvador Allende”.
Lo que debe cuidar
Dijo que cuidaría la democracia, la macroeconomía, el respeto a los derechos humanos, la gradualidad y los compromisos sociales con responsabilidad fiscal. “Vamos a trabajar en equipo con todos los sectores. Los desafíos son demasiado relevantes para quedarnos atados a las trincheras. Aquí todas y todos somos necesarios”, prometió.
Por lo pronto, no es el discurso de un extremista que llega para facturar duro. Ser el presidente más votado de la historia, con un 55,7% (cerca de 4 millones y medio) impone actuar como presidente de todos y no de un sector. Un desafío ineludible implica representar a una nueva generación política que pisa fuerte entrando en palacio y a la que está vedado decepcionar.
En el caso de José Antonio Kast, cuya derrota fue contundente, ha reaccionado como un demócrata a carta cabal, reconociendo de inmediato el triunfo de su contendor y ofreciendo “colaboración constructiva” al nuevo mandatario.
Participación fue un propulsor
La participación electoral de los chilenos funcionó al contrario que en muchos países del continente donde la abstención es la constante ganadora. De hecho, en la segunda vuelta, fue mayor que en la primera donde Kast resultó favorito y se perfiló ganador.
Los analistas aseguran que no pudo capitalizar esa primera mayoría. Boric fue más eficiente en su capacidad de convocatoria final donde Kast no pudo igualar a Sebastián Piñera en 2017 ni conquistar los votos del excandidato Franco Parisi. Perdió todas las regiones del norte, exceptuando a Tarapacá donde obtuvo el 51% de los sufragios.
Boric, a diferencia de Kast, sí consiguió consolidar alianzas, un factor clave que le aseguró la victoria, aunado a la participación electoral que le abrió brechas en sectores donde tenía una base política natural de la que se benefició la sólida alianza de las izquierdas que lo respaldaba.
En el caso de Kast, candidato del Frente Socialcristiano, no sumó siquiera el apoyo de la Democracia Cristiana chilena que contribuyó abiertamente al caudal electoral de Boric.
Inmediatamente, el presidente Piñera se comunicó con el ganador e intercambiaron frases de alta cortesía y sincera disposición a colaborar con una transición impecable. Ello, sumado a la gallardía de Kast, fue una vitrina de respeto a las tradiciones republicanas que habló muy bien de Chile y de la solidez de su sistema político.
Una clase magistral
Los chilenos, de nuevo, dieron al continente una clase magistral de democracia. De ello, no cabe duda. No obstante, gravitan sobre el destino de Boric y su gobierno dos moles: las sombras de las demandas no satisfechas, en otras palabras, las expectativas tan elevadas que ha generado su mensaje, quizá el mayor peligro para cualquier equipo de gobierno.
Por otra parte, la debilidad parlamentaria con que deberá desenvolverse. Son dos auténticas amenazas que muchos presidentes de la región no han conseguido conjurar. Su coalición sólo cuenta con 37 diputados de los 155 que conforman la Cámara Baja y 5 senadores de los 18 que completan el cuadro parlamentario.
Boric, ante este panorama, presenta una fortaleza, el sólido apoyo popular obtenido y su imagen joven y dinámica que, hasta ahora, lo refuerza. Pero tiene dos bemoles: su falta de experiencia y la promoción de ciertas reformas económicas que abren un compás de incertidumbre en la sociedad chilena y en el mercado que mantiene una postura cauta.
Por lo pronto, su desafío consiste en dar señales de tranquilidad a los actores económicos y la decisión de no convocar a miembros del partido comunista a puestos estratégicos en la conducción de la economía parece destinada a cubrir ese frente.
Comienza la luna de miel
Los momentos de triunfo siempre son prometedores y no hay nada que un pueblo anhele más que un cambio para mejor. Es muy pronto para saber qué dirección tomará en verdad el gobierno de Boric. Las primeras luces se encienden para alumbrar un camino que se pretende despejado pero en realidad está lleno de pedruscos. Y, por estos lados, las lunas de miel duran poco.
Hay que observar y seguir atentamente la evolución de las medidas por venir. Empero, hay algo que no es conveniente olvidar: el peso que sobre los hombros de Boric y en el alma de cada chileno significa un pasado tormentoso que comenzó por el triunfo de otro izquierdista al cual Boris hizo “guiños” en su primer discurso como ganador cuando lo parafraseó:
“Vayan a sus casas con la alegría sana de la limpia victoria alcanzada”, las mismas palabras que pronunció cuando ganó en los 70; también honró a Alwyn, sin mencionar ni por asomo a los expresidentes Ricardo Lagos y Michelle Bachelet quienes le dieron su apoyo explícito en esta segunda vuelta.
La Iglesia moderadora y animadora
La Iglesia, ante una campaña electoral que fue agresiva y altamente polarizada, pocos días antes de la elección llamó al voto de conciencia y a moderar el lenguaje y las propuestas. El 16 de diciembre, tres días antes de las votaciones, emitió un comunicado en el que alertaba sobre: “Un contexto de polarización, que se ha reflejado en un clima de campaña agresivo y descalificador, que fomenta la desafección de la política y ha impedido muchas veces abordar con hondura los temas de fondo que importan a los chilenos”.
La Iglesia conocía bien las herramientas que podían garantizar un proceso limpio y por ello llamaba a serenar los ánimos:
“Contamos con un sistema electoral independiente, transparente, donde las personas van a poder sufragar tranquilas, van a poder sufragar libremente, y eso demuestra la voluntad democrática de los chilenos”.
Eran comicios que se realizaban con el peso de las consecuencias de la pandemia y dos años después del estallido social de 2019 que llevó a la consulta plebiscitaria donde los chilenos apoyaron la reforma de la Constitución Nacional. Oportunamente, monseñor Fernando Chomali, el vicepresidente de la Conferencia Episcopal Chilena, invitó a acoger, independientemente de los resultados, al nuevo presidente con fe y optimismo y a involucrarse en las grandes transformaciones que el país necesita.
La Iglesia dio el primer paso y de inmediato envió un saludo de felicitación a Boric:
“Por el triunfo electoral conseguido en el día de hoy, que lo llevará a asumir la Presidencia de la República (…) El país le ha expresado un voto de confianza y le encarga una gran misión, destinada a dirigir los destinos de nuestra patria".
La Conferencia Episcopal rogó a Dios “que le regale su sabiduría y su fuerza, la que sin duda necesitará. La misión siempre es más grande que nuestras posibilidades y capacidades, pero confiamos que (…) pueda enfrentar su tarea con generosidad, compromiso y prudencia”.
Los obispos afirmaron que “la Iglesia Católica que peregrina en Chile quiere seguir contribuyendo, desde su particular misión, a construir una humanidad más justa y fraterna, donde especialmente los pobres y los que sufren sean respetados en su dignidad".
Cómo evolucionarán las relaciones con la Iglesia en el futuro, también es una incógnita. Pero lo que está claro es que, como chilenos y como pastores, seguirán propiciando el encuentro y el diálogo, buscarán colaborar en las formas en que le corresponde hacerlo y ciertamente no se callará ante aquello que ponga en riesgo la dignidad del pueblo chileno.