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Hoy en día es habitual, sobre todo entre los más jóvenes, seguir en redes sociales a influencers, amigos y conocidos. Esta forma sesgada de ver el mundo hace más fácil que te puedas perder a ti mismo. Porque en cuanto visualizamos que nuestra realidad no se parece a lo que vemos en la pantalla, se no pone de manifiesto un combate interno.
Desde que somos pequeños, empezamos a crearnos una imagen de nosotros mismos. Forjamos esta imagen en relación a lo que creemos que la sociedad espera de nosotros, a cómo creemos que nos ven los demás y en muchos casos a cómo nos definen los que nos rodean. La consecuencia de todo esto es que nuestra imagen puede estar muy distorsionada, sobre todo si realmente no hemos aprendido a conocernos en profundidad.
Como decía San Juan Pablo II:
Ante la potencia de esta afirmación, es absurdo enrolarse en metas poco realistas o en juicios personales destructivos. Está claro que es en el fondo de nuestro corazón donde todo se ata y se desata, donde muchas veces duele, pero coexiste la grandeza de sentirse amado.
Por tanto, para que cada uno de nosotros se juzgue a sí mismo con verdad, hay que comenzar adquiriendo una visión de nosotros sana y auténtica.
Por dónde empezar
A continuación, veremos ciertas cosas que nos serán útiles revisar para ser menos severos con nosotros mismos.
Los errores son siempre parte del proceso. A veces, creemos que solo siendo perfectos somos valiosos, cuando en realidad no es así. No solo aprendemos de los errores: también el arrepentimiento tras el pecado es una ocasión de volver una vez más al Padre.
No te compares con otras personas. Dios nos ha hecho únicos e irrepetibles. Nuestra existencia y nuestra misión tienen un gran valor en este mundo.
Valora tus dones y talentos. No veas sólo tus defectos o aquello que te limita. Todos estamos dotados de grandes dones: intenta descubrir y poner en práctica los tuyos.
Agárrate a la fe. Para poder renacer a pesar de nuestras miserias, todos necesitamos dejar paso a la grandeza de Dios en nuestra vida “en quién vivimos, nos movemos y existimos” (Hechos, 17,28). Todas las cosas son para el bien de los que aman a Dios.
Acepta tus debilidades. Rectificar o volver a comenzar siempre supone un punto de partida con una nueva mirada y un valioso enriquecimiento personal.
Las críticas pueden ser constructivas. Y como dice el refrán “es de sabios el saber rectificar”. Aceptar la crítica es un primer paso en el camino de la auto-aceptación.
Tu pasado es solo una parte de tu historia. No somos la suma de los errores cometidos. Con la ayuda de Dios podemos estrenar cada día..
Para poco a poco ir profundizando en cada uno de estos puntos es conveniente buscar diariamente un momento de oración. Pues será a través del diálogo con el Señor cuando comenzaremos a vernos a nosotros mismos a través de su amor. Es decir, nos aceptaremos como somos, con nuestras limitaciones, sin olvidarnos de que Dios nos ama a pesar de ello. Teniendo claro que ahí, en nuestras limitaciones, coexisten nuestras miserias y una gran oportunidad de buscar la santidad.