Con apenas 21 años ya era director de orquesta y con 25 ya era el tercero de abordo de una de las orquestas más notables de Alemania, la de Aquisgrán, como maestro de capilla.
No eran años fáciles para una Europa herida todavía por la IGM y en la que soplaban los vientos de guerra que alumbrarían la IIGM. Como muchos en aquellos días, Von Karajan se unió al partido nazi. Comenzó a ser popular entre las élites alemanas y entre los miembros del partido a los que complacía la música clásica, pero solo la tolerada.
En 1938 la meteórica carrera de Von Karajan le había conducido hasta el puesto de director de la Orquesta Filarmónica de Berlín y de la Ópera Estatal de Berlín. Ese año, Hitler invadió y anexionó Austria a su III Reich.
Von Karajan ya era un músico fundamental para los nazis, sobre todo, por su maestría con la batuta a la hora de dirigir las partituras de músicos como Carl Orff o Richard Wagner. A ello se suma que muchos de sus competidores habían abandonado Alemania cuando Hitler llegó al poder.
El festival de Bayreuth
Por todo ello, el director de orquesta se convirtió en el favorito de Adolf Hitler y en una apuesta segura si tenía que agasajar a algún invitado. Y así sucedió. En 1939 el Führer invitó a los reyes de Yugoslavia a un festival que se celebraba en honor a Richard Wagner, su compositor preferido. Se llamaba Festival de Bayreuth y estaba organizado por la propia familia de Wagner para rendir homenaje al músico.
Winifred Wagner, nuera del compositor y amiga de Hitler era la organizadora. Herbert Von Karajan aceptó el reto de dirigir una de las obras cumbre del compositor precisamente en el teatro de la localidad de Bayreuth que el mismo Wagner había ideado para exhibir sus obras.
El director de orquesta nunca había trabajado en ese recinto; y era una oportunidad única para deslumbrar dirigiendo Die Meistersinger o Los maestros cantores de Núremberg, una ópera de unas cuatro horas y media compuesta por Wagner.
Von Karajan tomó una decisión equivocada que, a la postre, se tornó en un salvavidas para su carrera y su propia existencia. En un alarde de soberbia, decidió dirigir la ópera sin la ayuda de las partituras ya que estaba convencido de conocer la obra de memoria.
Enfadar a Hitler le salvó la vida
El concierto fue un auténtico desastre. Lógicamente no recordó la partitura, los cantantes y la orquesta perdieron el compás y hubo que detener la actuación.
Hitler se enfadó muchísimo por la vergüenza que había pasado ante sus invitados. Enfurecido, espetó a Winifred Wagner: "Herr von Karajan jamás dirigirá en Bayreuth mientras yo viva".
El Führer consideró una ofensa personal la terrible actuación del director de orquesta; que, así, fue expulsado de la lista de los preferidos de las élites nazis. Hay quien dice que también cayó en desgracia por culpa de su matrimonio con Anita Gutermann, la heredera de una fortuna textil quien tenía un abuelo judío.
Sin embargo, esa "desgracia" se tornó en realidad en el acontecimiento que le apartó del entorno nazi. Su arrogancia salvó su carrera una vez terminada la brutal II Guerra Mundial.
La sombra de su pasado nazi le persiguió siempre, sobre todo, durante los años posteriores a la contienda. Sin embargo, siguió gozando del favor del público y su nombre quedó limpio; tras haber pasado por un tribunal de desnazificación austríaco que lo absolvió tras alegar Karajan que simpatizó con los nazis para salvar su carrera. Y para convencer al tribunal fue decisivo aquel histórico tropiezo delante del Führer en el Festival de Bayreuth.