El papa Francisco está especialmente interesado en prestar ayuda a las parejas que se casan por la Iglesia, no solo con los cursos de preparación sino en la primera etapa de su vida en común. Mercedes Honrubia, directora del Instituto Coincidir, avanza las claves de esta ayuda
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Si hace unos días hablábamos de los preparativos de la boda, en esta época en la que el buen tiempo invita a celebrar, hoy vamos a adentrarnos en el acompañamiento que propone el Papa durante los primeros años, precisamente como una forma de prevención de rupturas y como una manera de incentivar el matrimonio canónico. El documento nos habla de "mistagogía matrimonial" (es decir, nos introduce en el misterio del matrimonio y sus consecuencias en la vida de los esposos) (apartado 77).
Para ello, vamos a centrarnos en un punto muy concreto del documento, el número 78 .
En este apartado, el documento hace referencia a una ayuda muy concreta para vivir la relación interpersonal con serenidad en los primeros años del matrimonio, algo de lo que desde hace años somos testigos de primera mano en el Instituto Coincidir.
El Papa Francisco nos propone unas pautas para que en esos primeros años, el matrimonio se consolide, asiente sus raíces y crezca, dando fruto.
Para ello es necesario :
Las claves
1.- Aceptar la diversidad del otro. Es esa diferencia de hombre y mujer, con lo que ello implica, donde nos complementamos y nos hacemos uno. La otra persona es distinta, no podemos pretender que diga o haga las cosas como yo las haría. Para ello el respeto es clave.
2.- No tener expectativas irreales en la vida común y considerarla como un camino de crecimiento. Para ello es muy importante trabajar y adquirir herramientas para una buena comunicación, en la que podamos compartir esos anhelos y expectativas sobre lo que queremos que sea nuestra vida matrimonial. Es en ese compartir, precisamente aceptando la diferencia de cada uno, donde conseguiremos ir creciendo como personas y como matrimonio, dado que el matrimonio una vez que nos damos el “si quiero” está en permanente construcción, es un día a día.
3.- Gestionar los conflictos que irremediablemente pueden surgir. Es precisamente en esa diferencia y en esa gestión de expectativas cuando los conflictos surgen. El ser conscientes de ello y aceptar la realidad que tenemos delante nos va a permitir trabajarlos a través de una comunicación en positivo, una comunicación constructiva de nuestra relación.
4.- Conocer las etapas por las que pasa toda relación de amor. Es decir, tener un conocimiento de lo que es la psicología de la persona y del ciclo vital de la familia, sabiendo que la fase de enamoramiento pasará e irá forjando un amor maduro.
Ese es el verdadero amor, un corazón enamorado y comprometido que se irá consolidando con el tiempo, recorriendo las diferentes etapas que toda relación tiene, sabiendo que cada etapa esconde un significado y supone una oportunidad para el crecimiento personal y familiar.
Hablar, y no de cualquier manera
5.- Diálogo: Hablar, hablar y hablar. Hablar de todo, de ti y de mi, de nuestra familia, de lo que nos preocupa y nos ocupa, de nuestras alegrías, anhelos, dudas y expectativas. Un diálogo constructivo en el que no haya reproches, un diálogo que nos permita compartir para construir no para destruir. Un diálogo en el que, desde el respeto, podamos dar nuestra opinión sin temor al reproche o al rechazo. Llegar a esto es un proceso que se inicia en el noviazgo y que nunca termina, lo mismo que el matrimonio, que estará en constante desarrollo, como la persona.
6.- Adquirir hábitos saludables: no sólo para el cuerpo, sino también para el alma. Para ello, es importante que los esposos se apoyen mutuamente:
7.- Establecer una relación adecuada con la familia de origen. La familia nuclear es la que hemos formado los esposos, sin que ello prive del cariño a los nuestros, mucho más cuando llegan los niños. Pero hemos de saber establecer esos límites tan necesarios en los primeros años, que pueden ser caldo de cultivo de muchos conflictos.
8.- Cultivar una espiritualidad conyugal compartida, siendo conscientes de que en el matrimonio católico Dios está en el centro y da sentido a muchas de las cosas que nos pasan. Por ello, cada matrimonio en ese diálogo constructivo podrá compartir cómo van a vivir su espiritualidad de manera plena, personalísima y libre, para seguir creciendo.
El texto en este apartado se cierra con una propuesta muy concreta, un Diario del Matrimonio.
Invito a los lectores a que dialoguen sobre este apartado y lo que acuerden lo escriban en este Diario, como hoja de ruta de hacia qué dirección quieren encauzar su matrimonio. Así serán protagonistas de su propia y apasionante historia de amor.
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