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A lo largo de la historia, el afán por descubrir y desenterrar los misterios del pasado, ha sido una constante.
Apasionados por los hechos acontecidos siglos atrás, por personalidades clave en nuestro devenir como civilización, se han dedicado en cuerpo y alma a la arqueología.
Muchos lo han hecho por interés científico. Otros por fe. Entre estos últimos, una mujer, una emperatriz que no solo impulsó el cristianismo en un tiempo convulso para los seguidores de Jesús, sino que se trasladó hasta los lugares más importantes de su vida y muerte para descubrir una de las reliquias más veneradas de la cristiandad, la Vera Cruz.
Se llamaba Flavia Iulia Helena y sus orígenes no auguraban una vida de esplendor como la que el destino le deparaba.
Según San Ambrosio, habría nacido en Drepanum, Bitinia, en la actual Turquía, hacia el año 250.
Otras fuentes la sitúan en Sicilia pero en cualquier caso, su propio hijo mandaría renombrar la ciudad de Drepanum como Helenópolis en su honor.
De orígenes humildes, san Ambrosio nos dice que era stabularia, moza de cuadra, Helena terminó convirtiéndose en Augusta gracias al ascenso de su propio hijo a emperador como Constantino I el Grande.
Madre del primer emperador cristiano
Convertida en la madre del primer emperador cristiano, Elena siguió los pasos de su hijo y abrazó la fe de Cristo con sincera devoción.
Una fe que la llevó a utilizar las riquezas con las que Constantino la colmó para realizar obras de caridad e impulsar la búsqueda de los vestigios materiales de la pasión de Cristo.
Elena entra en la historia de la arqueología cuando era ya una anciana de más de setenta años.
Dispuesta a viajar a Tierra Santa, acompañada en todo momento por el obispo de Jerusalén, Macario I.
Elena inició un exhaustivo estudio de la zona hasta que dio con el lugar exacto de la crucifixión de Jesús, el Gólgota.
Allí se encontraba entonces un templo dedicado a Venus donde mandó excavar.
Es así como nos la describen algunas fuentes antiguas. Y es así como en la actualidad se la considera como la primera mujer que dirigió unas excavaciones arqueológicas, probablemente unas de las primeras que se llevaron a cabo en la historia.
El trabajo de Elena y quienes la acompañaron dio sus frutos.
Las reliquias de los Reyes Magos, la Escalera Santa, la Vera Cruz y los clavos de la misma son las principales reliquias que la Augusta Elena descubrió en Tierra Santa donde, además, mandó construir varios templos: en la Gruta de la Natividad de Belén, en el Monte de los Olivos y en el Calvario.
Elena estuvo atenta a la intensa actividad arqueológica, a pesar de su edad, en los enclaves más importantes de la vida y pasión de Cristo, convirtiéndose así en un ejemplo para la arqueología futura.
Santa Elena supuso una figura clave en el mundo del cristianismo al ser una de las primeras figuras de la historia que impulsó su expansión.
Y lo hizo con su propio ejemplo, con su devoción pública y privada, erigiendo templos y peregrinando a Tierra Santa en busca de unas reliquias que afianzarían aún más el papel del cristianismo como religión oficial del imperio.
Elena impulsaría también una de las tradiciones más populares de los tiempos medievales, las peregrinaciones a Tierra Santa.
Muchos siglos después, en el siglo XVII, el Papa Urbano VIII encargó al escultor Andrea Bolgi que erigiera una estatua de Santa Elena que se situaría en un lugar privilegiado en la Basílica de San Pedro del Vaticano.
Bolgi esculpió a la santa acompañada de una imponente cruz. En su mano izquierda colocó los clavos utilizados durante la crucifixión, clavos que ella misma habría ayudado a descubrir.
Inspirado en los textos de san Ambrosio y Rufino de Aquilea, el escultor de Carrara creó una hermosa estatua que ponía el foco en el papel descubridor de la santa. La santa patrona de la arqueología, cuya festividad se celebra cada 18 de agosto.