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Ciertamente los miedos son naturales a nuestra misma existencia, sin ellos sería muy difícil sobrevivir. Pero hay diversos tipos de miedos: no es lo mismo tenerle pavor al estruendo de una tormenta o a una serpiente venenosa que al futuro incierto, al fracaso o a un posible accidente.
Aún hay miedos más abstractos e imaginarios, que tienen que ver con fantasías y exageraciones de un peligro que realmente no existe. Es el caso de las llamadas fobias, que implican complejos mecanismos mentales y emocionales para acabar asustándose con objetos, insectos y lugares que la inmensa mayoría de las personas no temen. Como la claustrofobia y el miedo a los aviones.
El miedo es un instinto de supervivencia. Al sentirlo, tomamos consciencia de un peligro que nos puede causar algún daño. En esa situación hemos de ser muy objetivos y observadores, para solo darle la dimensión correcta y no caer en la tentación de agregarle nuestra imaginación y prejuicios.
Una bomba de relojería en nuestro interior
De aquí que algunos pensadores han sugerido que no debemos combinar el miedo con la imaginación y el futuro, porque haremos una bomba de relojería para la mente y conseguiremos un incuestionable estrés e incremento de nuestras inseguridades. Principalmente porque al imaginar asuntos o temas que nos preocupan, las alimentamos con ideas negativas, que regularmente están asociadas a cosas, a las que les tememos mucho que nos puedan suceder.
Estar nutriendo nuestro futuro con pesimismo no ayuda en nada a disminuir nuestros miedos, es más, los incrementa.
¿Cuál es la clave?
La clave está en ver el futuro como la viabilidad de crear un plan, de ponernos metas, objetivos y de alcanzar nuestros propósitos; pero no el tratar de adivinar lo que pueda llegar a suceder y menos al agregarle preocupaciones negativas y ver así solo el lado que más tememos que nos pueda pasar.
Imaginar el futuro es un acto creativo. Temerle al futuro es destructivo.
Dejemos en paz lo que vendrá, pues eso sólo está en manos de la Providencia. Tener así la plena confianza de que los planes del Señor son siempre mejores que los nuestros.
A nosotros nos toca ser responsables en el dominio del miedo, en adquirir una disciplina para pensar positivo y centrarnos, lo mejor posible, en lo que sí podemos hacer con nuestros propios esfuerzos.
Uno de los ingredientes que más afectan a nutrir nuestros miedos, es la incertidumbre, es el no saber lo que pueda llegar a suceder. Y, aunque eso es muy cierto, nuestro enfoque es dedicarnos a tomar las mejores decisiones en el presente. Despejando las dudas hoy, y no dejar sin tomar las alternativas que tenemos a nuestro alcance.
Se trata de optar por vivir en la certeza, en el ejercicio pleno de la libertad, y tener la confianza absoluta de que estamos en las manos de Dios. Nosotros ponemos la certeza en nuestros actos, y dejemos que Él haga su Voluntad en nuestras vidas.
Para simplificar las cosas, se trata de un sí o un no; y dejar de estar dudando de las situaciones. Toma tus decisiones con determinación y firmeza. Si te equivocas, pues corriges y basta. Así de sencillo .
Lo que suceda en el futuro o que se repita el pasado, no está en tus manos. Nosotros hemos de estar muy enfocados en lo que queremos y podemos hacer. Y eso lo debemos realizar con mucha seguridad.
Recordemos que el miedo está ligado a un instinto de suspervivencia, por lo que finalmente es un miedo a la muerte, a la soledad, al abandono, a lo desconocido y a lo oscuro. Asi que aprovechemos, en cada ocasión en que tengamos miedo a algo, y reflexionemos qué hay en el fondo.
El gran regalo que nos entrega la Providencia, es para que lo practiquemos y dejemos de ser temerosos, asustadizos y, en fin, cobardes y timoratos.
Superar el miedo
Superar el miedo es uno de los objetivos más importantes que tenemos en la vida. Vale la pena vivir con más tranquilidad, poniendo lo mejor de nosotros y practicar ese maravilloso acto de humildad al ponernos en sus manos con devoción y alegría.
Nuestras fantasías son el monstruo a vencer, son los fantasmas que nos inventamos y a causa de los cuales vivimos asustados, con esas brujas y demonios que nos creamos y que nos acaban perturbando nuestra tranquilidad y descanso.
Bienvenidos los provechosos y útiles beneficios que nos proporciona el miedo natural; pero no permitamos que se mezcle con nuestra ignorancia, nuestra imaginación, y nuestro afán de adelantarnos al futuro.
Vivamos convencidos de la protección del amor divino, de su compasión y misericordia para las personas de buena voluntad.
Más que alcanzar las riquezas materiales de este mundo, seamos capaces de obtener la abundancia de la calma interior viviendo con dominio sobre el miedo. Dejemos de estar asustándonos a nosotros mismos.