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A pesar de su rimbombante nombre, el Palacio de Vistalegre, en Madrid, es en realidad una plaza de toros cubierta, que se acondiciona para eventos multitudinarios como conciertos o mítines políticos. Por eso, en lugar de bóvedas palaciegas es una gran loneta móvil la que cierra el coso desde el techo para aislarlo del exterior.
El pasado sábado, esa lona blanca y circular -cual si fuese una sagrada forma gravitando sobre los presentes-, parecía por momentos a punto de romperse, de explosionar como un volcán para dejar escapar hacia el cielo (y hacia el Cielo) el grito atronador y desconcertante, «como un huracán», que lanzaban 8.000 gargantas al ritmo de las canciones de Hakuna Group Music.
Hakuna, desde el backstage
Muchos medios, católicos y no católicos, han publicado ríos de tinta para explicar en qué consiste este movimiento juvenil, nacido en la JMJ de Brasil 2013, que arrasa entre jóvenes y mayores de 23 países. También Aleteia se ha ocupado de hacerlo, desde hace años, con un amplio despliegue de reportajes, testimonios y entrevistas.
Por eso, el sábado 17 de septiembre asistíamos al concierto en el que presentaban los temas de su quinto disco, Qaos, entrando hasta el backstage, no solo para hablar con músicos, cantantes y público, sino, sobre todo, para ser testigos de lo que ocurre cuando los 40 integrantes del grupo (entre músicos y vocalistas) empiezan a entonar temas como Sencillamente, Vértigo o Huracán, que en menos de un mes ha entrado en el top 30 de Spotify-España.
Cerveza, instagramers y familias
Y lo cierto es que ejemplos no nos faltarían para ilustrar la velada: artistas jovencísimos, vestidos con pantalones psicodélicos, vaqueros y camisas hawaianas; banderas de España, México u Honduras que se mezclan con pancartas que rezan «Loco por vivir», «Todo disfrutón»…; familias con niños y adolescentes (algunas llegadas desde Pamplona, Sevilla o Barcelona solo para el concierto) en las que padres e hijos saltan juntos y corean en las gradas sin vergüenza alguna; veinteañeros que beben cerveza y toman hotdogs como cualquier público de su edad, pero «que tienen un comportamiento ejemplar, poco frecuente cuando se junta tanta gente», según reconoce para Aleteia un policía desplegado en los alrededores.
También podríamos resumir lo vivido con escenas de influencers (como la ilustradora Pati.te, el rapero Grilex, el sacerdote @Joaquinconp o el veinteañero @Carlosfueradecasa), que se saludan entre ellos y atienden con paciencia y gratitud a muchos de los cientos de miles de seguidores que suman en redes sociales.
O con las ovaciones cerradas que se brindan a los sacerdotes (claramente reconocibles por sus clerymans) que disfrutan entre el público. O con los cánticos de «esta es la juventud del Papa», los mensajes y el video grabado en directo para el Papa Francisco por los propios artistas; hasta con el aplauso al cardenal Osoro, arzobispo de Madrid, que junto a su obispo auxiliar Jesús Vidal «nos acompaña hoy aquí y siempre nos trata como un padre y con el cariño de un abuelo», como le dijeron desde el escenario.
Los titulares que da el grupo…
Pero ni eso, ni siquiera las entrevistas con el sacerdote fundador de Hakuna, don Josepe Manglano, y con tres de los vocalistas -Pepe, de 21 años, Jorge, de 25, y Lola, de 19 y compositora de Noche, uno de los hits del último disco- acaban de servirnos para mostrar, de verdad, lo que ocurre en el concierto.
Y eso que sus respuestas están repletas de titulares: «Aceptar ser cristiano y comprometerte a serlo de verdad da mucho vértigo, y solo lo puedes superar cuando te encuentras con Dios que te ama», nos dice Lola. «Al cantar estas canciones, aunque estés en el coche o te las pongas al salir a correr, acabas rezando, así que si escuchas un tema fijándote en la letra, y le das espacio al Espíritu Santo, una canción te puede cambiar la vida», afirma Pepe. «La música atrae, pero Cristo es el que te transforma», matiza Jorge.
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… y los que da don Josepe
Don Josepe deja que otros respondan las preguntas de Aleteia. Huye del protagonismo… pero al final nos contesta: «Nosotros ofrecemos todo para que cada persona pueda acercarse a Dios y continuar viviendo con Él, pero dejamos a la gente en paz. Porque Dios respeta del todo nuestra libertad, y luego nosotros muchas veces forzamos la libertad de las personas para lograr objetivos que son nuestros, no de Dios: hacer números, tener presencia…», explica.
A pesar de ser el gran impulsor de Hakuna, Manglano solo sale a la pista durante unos minutos y antes de que llegue el público. Se mueve discretamente, evitando cualquier tipo de adulación mesiánica. Incluso al leer una breve reflexión sobre el Caos, la Armonía y la Belleza con la que arranca el concierto (único momento, por cierto, en que el público guarda silencio) lo hace sin salir al escenario. Desde bambalinas.
El secreto está en el escobero
Y no podía ser de otra manera. Porque es ahí, tras los grandes telones negros que separan el espectáculo de la normalidad, donde está escondido -literalmente- el secreto de Hakuna, el motivo de su éxito, la razón del concierto y la explicación de que tantas personas salgan conmovidas y asombradas del Palacio.
Ahí, en un escobero adecentado con mimo por los miembros del grupo horas antes del show, justamente tras el escenario principal y con una sábana por toda puerta, una sencillísima custodia iluminada mantiene presente a Cristo Eucaristía.
Solo los miembros del staff saben que está ahí y se turnan para que en ningún momento se quede solo. De allí salen los músicos con los nervios convertidos en ilusión. Y allí se quedan sus oraciones por cada persona que va a ir al concierto, aunque sean completos desconocidos hasta ese momento.
Suena Huracán
También nosotros entramos y nos postramos. Lo hacemos por fe, pero es que aunque quisiéramos estar de pie, el espacio es tan reducido que solo se puede permanecer de rodillas. La pequeña Forma Consagrada no tiene a su alrededor cañones de chispas luminosas como los del escenario, solo velas. Las 8.000 personas que a nuestra espalda cantan y bailan y ríen y se emocionan no lo saben, pero le están mirando de frente.
«El lenguaje de Dios -resume Jorge, que está a punto de empezar su segundo curso como seminarista- es el silencio. Y la Eucaristía es su trono. Nosotros somos solo el trueno que truena, para que le miren a Él».
La letra de Huracán que ruge desde los altavoces parece deslizarse, reverente y nueva, hasta ese pequeño chiscón, donde se explica sin palabras el origen sencillo, el presente impetuoso, y el futuro de cuanto rodee a Hakuna, que solo será prometedor cuanto más cerca esté de Quien está en este escobero: «Y un huracán / romperá el cielo desde mi garganta / Gritándote:/ ¿dónde estás cuando me haces falta? /Estoy aquí / Soy el silencio / Estoy aquí/ Soy este viento / Estoy aquí…/ Soy… / este trozo de Pan».