Qué espero de la vida. Javier Urra es un psicólogo experto en los problemas que padecen los menores ante la compleja actualidad que vivimos. Sobre él leí una noticia en el ABC y me quedé con estas palabras suyas: cada vez más jóvenes de entre 14 y 16 años piden a la vida lo que la vida no puede darles y le confiesan directamente que «si la vida no me da lo que espero, me bajo de la vida».
No voy a analizar el tema del suicidio, que es el tema de la noticia: lo que pretendo es rebuscar en algunas de las posibles causas de este conflicto latente.
El objetivo de mi artículo es lograr descubrir la diferencia entre las expectativas realistas y las expectativas no-realistas, y esbozar alguna idea para que los jóvenes sean capaces de descubrirla.
Hay que dominar las expectativas irreales
La dinámica de nuestro tiempo es la de un mercado que solo piensa en vender y solo mide las vidas de los consumidores en términos de coste-beneficio. Cómo se sientan ellos después en su fuero interno les trae sin cuidado.
Se vende felicidad, placer, vida lujosa y, además, llena de singularidad. La publicidad le dice al consumidor: destaca, sé especial, demuéstrales a todos de lo que eres capaz, vive una vida intensa, alcanza tus aspiraciones –del tipo que sean- ¡ya!, ahora, no esperes.
Es una dinámica superable si el joven consumidor cuenta con la capacidad de manejar las expectativas realistas y las que no lo son. Entonces quizá, ante determinadas propuestas irreales, este o esta joven fácilmente puedan sonreír gracias a su sentido crítico. Las analizan con criterio, con sentido común y saben que la fantasía publicitaria, o la película, o la serie o lo que ve por la calle (un joven con un cochazo), forma parte de un ideal que pocas veces se cumple.
Las expectativas que generan las redes sociales
Pero en los últimos años, desde la aparición de las redes sociales ligadas al smartphone ubicuo las circunstancias se han agudizado aún más.
La publicidad o las series, o los YouTube ya no son aquello con lo que te cruzabas cuando veías la tele por la noche y solo un par de horas. Instagram, TikTok y demás redes sociales son, insisto, ubicuas. Están en todas partes y a todas horas.
En el aula de la escuela, en el cuarto de baño o a las 4 de la madrugada cuando no puedes conciliar el sueño. Son una tormenta de información/desinformación imparable. Desde la publicidad a los influencers, desde los amigos o los conocidos: casi todo se puede convertir en una fábrica de expectativas a veces altísimas.
Instagram es una máquina de las expectativas: esta "ropa te hará feliz" o "mira dónde he estado", o "fíjate que bañador tan atractivo".
Sin devorar el mundo
Entonces pueden pasar dos cosas: o valoras tu vida como algo razonablemente interesante, con proyectos de futuro asequibles (que no sean convertirte en actriz de cine); o quizá también tienes amigos duraderos y compartes momentos ilusionantes con ellos como una excursión o una muy buena película realista; o quizá, carente de todo ello, puedes desesperarte.
Uno de los temas más importante es la conversación, la amistad, salir, calibrar la vida, soportar la frustración y seguir.
¿Cómo?
Y, sobre todo, haciéndolo poco a poco, sin devorar el mundo. El artículo mencionado más arriba habla de soledad: ese es el gran riesgo, encerrarse en el propio cuarto como un "apartamento distinto" dentro del propio hogar.
Individualismo expresivo
Allí no vive la vida. La soledad es el laboratorio de la frustración. Sin la empatía de la comunidad de amigos no se puede vivir.
Si has de estar solo, que sea para hacer algo que tenga sentido: estudiar es un buen ejemplo. Hay un concepto muy interesante que es una vía para entender nuestro tiempo: el individualismo expresivo.
No voy a intentar profundizar en él pero, divulgando mucho y profundizando lo que permiten estas líneas este concepto, señala que el hombre, el joven moderno, necesita auto-realizarse de una forma radical, egoísta e insolidaria. Ser muy, muy creativo en el sentido más desatinado de la palabra. Destacar, ser el centro de atención, ser envidiado. Dominar desde la propia exclusividad.
Y, entonces, le podríamos preguntar a este individualista expresivo empeñado en ser un genio incomparable: ¿oye, y los amigos, y la familia, y la comunidad, y el bien compartido? ¿Oye, a quién haces feliz? ¿Cuál es el telos (finalidad) de tu vida que redunde en el bien de tus allegados, tus compañeros de trabajo? Quizá no hay respuesta.
¿Paralizado por metas imposibles?: habla de ellas con los amigos.
Y los que se quedan a mitad de camino dado que no han alcanzado sus metas más idealizadas, ¿qué van a hacer? Pues si no manejan expectativas realistas y están esclavizados por las expectativas idealistas (espero que se me entienda: idealistas como lo contrario de realistas) están condenados a la incertidumbre y a cientos de preguntas sin respuesta.
¿Qué les queda? Pues quizá les espera sufrir, llenarse de dudas, de dolor. Y si además consideran que les falta de dinero para cumplir esas expectativas desnortadas… pues aún peor. Y si se encierran tras el fracaso y, de un modo ciertamente victimista, se dedican solo a lamerse las heridas, pues ahí, las cosas comienzan a no andar bien. Y aquí me quedo: en las expectativas.
"Acepta más y espera menos"
Resumen en inglés: "Accept more and expect less". Creo que la traducción es fácil. Hemos de ser sabios en aceptación siguiendo al sabio Séneca.
Cuando te pase esto, ¡sal a la calle, busca tus amigos! (o quizá un adulto de confianza, por ejemplo, tu madre): habla de ello. Hay mucha sabiduría por ahí muy bien repartida.