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Alfredo José Pacero tiene 53 años y es vecino de Guarenas, estado Miranda, Venezuela. Vive en un complejo habitacional y su edificio carece de ascensores. Todos los días sube y baja las escaleras a la altura de un quinto piso, aferrado a su vieja andadera metálica.
Desde allí camina 400 metros, aproximadamente, hasta llegar a la parroquia Sagrado Corazón de Jesús, con un claro propósito: participar en la santa misa.
El recorrido lo hace hasta en cuatro ocasiones porque desde hace trece años, asiste a misa en la mañana y la tarde. Siempre de buen trato, expresa la felicidad de recibir la sagrada comunión, escuchar la Palabra de Dios y conversar con sus «hermanos» de la iglesia.
Esta práctica la realiza «por convicción propia», dijo al conversar con Aleteia, el domingo 20 de noviembre, festividad de Cristo Rey del Universo. Dos días antes –el jueves 17- se hizo un primer contacto con él. Sí, ese día estaba allí, dispuesto para la misa de la tarde.
Comentó que en su niñez sufrió poliomielitis o parálisis infantil la cual afectó el desarrollo de sus extremidades inferiores. «No podía caminar. Por varios años me tuve que arrastrar por el piso de la casa como muchos de los que padecen esta enfermedad», expresó.
«Gracias a Dios, con el tiempo y siendo adulto fue que pude caminar. Ahora, conscientemente, lo hago para ir a la iglesia y recibir a Jesús en la eucaristía», explicó el sobreviviente de la poliomielitis bajo la sombra de los árboles de esa parroquia.
La Madre de Dios está en la Iglesia
Un diácono permanente de esta comunidad –Henry Tovar- dijo que Alfredo tenía como vecinos a otros dos diáconos permanentes de la Diócesis de Guarenas: José Arévalo y Daniel Chirinos. Ellos conocen muy bien la historia de este “Campeón de la Eucaristía”.
José Arévalo confirmó que, efectivamente, Alfredo José pasó muchos años postrado en cama, y en alguna ocasión hasta fue contactado por los mormones quienes lo llevaban al culto de ellos. No obstante, Alfredo nunca quiso nada con esa religión «porque decía que no aman a la Virgen María y no le gusta un lugar donde hablen mal de ella».
Aunque siempre cuidó su fe, no era un practicante como ahora, aseguró Alfredo José.
«Fue con motivo del fallecimiento de mi madre, hace 13 años, que comencé a asistir a las misas». «¿Se trata de una promesa o algo así?», le preguntó el periodista. «No, yo vine por mi voluntad», aseguró para Aleteia después de la misa dominical.
Escuchar la Palabra y recibir a Jesús
«¿Qué consigues al venir a misa todos los días?», se le preguntó. Su respuesta nuevamente fue corta, certera y contundente: «Vengo a escuchar la Palabra de Dios».
Alfredo motiva a otras personas que tengan su misma condición a pedir la ayuda de Dios. «Que los cure y caminen», dice de forma precisa. Finalmente, a raíz de su experiencia de fe, insiste en recomendar: “¡Vengan a misa y escuchen la palabra de Dios!”.
La Organización Panamericana de la Salud confirma que en «1 de cada 200 casos -el polio o poliomielitis- destruye partes del sistema nervioso, ocasionando la parálisis permanente en piernas o brazos», además de otras enfermedades que se desarrollan en diferentes personas. Así se entiende que Alfredo estuvo postrado por muchos años en cama, incluso sin salir de su apartamento; tal vez, soportando intensos dolores y la parálisis producto de la infección aguda que conlleva esta enfermedad.
«Pero Dios lo levantó, y todos los días, no deja de ir al templo para darle gracias en la misa y recibir el Pan de Vida. Nosotros como servidores de Dios en esta parroquia, hemos sido testigos de ello», ratificó el diácono Henry Tovar mientras abrazaba a Alfredo.