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Es una fecha que debemos considerar como una invitación a reconciliarnos con los familiares, con los que hemos tenido algún conflicto, malentendido o distanciamiento.
Son tiempos de reunir a los que están alejados o se han separado de la familia. Es una bella oportunidad para convocar a los hermanos que se han separado o recuperar a los hijos que han preferido irse a otros lugares para festejar estos días.
Esperamos que las siguientes reflexiones te sirvan de guía para aportar algo positivo e incrementar la unidad familiar.
1.- En principio se trata de ser inclusivos a la hora de organizar un evento. O si eres el invitado, de inmediato aceptar la convocatoria, sin poner condiciones o cuestionamientos.
2.- Es importante identificar, de nuevo, los sentimientos, problemas o conflictos que te motivaron a alejarte de la familia o de no querer asistir al evento si va un familiar con el que has tenido dificultades. Es cierto que el tiempo pudo haber ayudado a que los superes, pero si aún no ha sucedido, tal vez sea una buena oportunidad para volverlo a intentar y ya dejar atrás todo aquel pasado y decidirte a perdonar o a ya no darle importancia a lo sucedido.
3.- Si eres de los que aún no han podido superar los viejos sentimientos y conflictos, es tiempo de preguntarte por qué tanta necedad y tratar de revisar la razón del por qué no lo has podido resolver. Es la oportunidad también de reflexionar, ver que tus actitudes están afectando a tu familia y que por tu terquedad vas a estar ausente y, peor aún, forzar a que tus familiares cercanos tampoco asistan, por mantener una solidaridad contigo; pero bien quisieran pasar la Navidad junto a toda la demás familia.
¿Eres el que organiza el encuentro? Esto es para ti
4.-El que decide organizar el evento festivo y convocar. Debe hacer un esfuerzo por ser creativos y no repetir siempre la misma rutina de cada año. Tal vez intentar agregar o cambiar algo del menú, quizá cambiar el domicilio o hasta la decoración y arreglos del recinto. Todo con tal de sorprender a los invitados con alguna innovación.
5.- Esmerarse en el acomodo de mesas y sillas para fomentar la unidad y evitar que se ocasionen separaciones forzadas y distantes. También cabe la observación de eliminar, dentro de lo posible, el que se sienten juntos los familiares cercanos, y así fomentar la convivencia al sentarse junto a alguien diferente.
6.- Hay familias que organizan actividades participativas, como juegos diversos, repartición divertida de los regalos o hasta alguna puesta musical o teatral. Intercambiar habilidades y talentos, como incluir a los menores con un bailable o coral, puede hacer la gran diferencia para hacer más amena la fiesta familiar.
7.- Sabemos que puede ser difícil, pero hay que intentar que el consumo de bebidas embriagantes sea moderado y sin que llegue a afectar la consciencia de algunos de los participantes. Ya sabemos que los excesos son causa de tensiones y estados de ánimo que pueden hacer daño a la armonía del evento.
8.- Intentar no darle cuerda o rienda suelta a los familiares que abusan del protagonismo y las ganas de lucirse. Suelen acabar por ser imprudentes y a veces rebasan la paciencia de los demás con sus comentarios y sarcasmos.
9.- Tratar de inducir una mayor espiritualidad al evento, al menos dando gracias y bendiciendo los alimentos. Que se sienta la presencia del Espíritu Santo en la reunión y que todos lleguen a sentir lo hermoso que es estar con salud y bienestar, en estos días tan especiales.
10.- Los valores morales y espirituales deben ser el centro medular de la reunión, no los objetos materiales o intercambio de regalos. Claro que tienen su lugar y son importantes, pero sin dejar a un lado o sustituir lo más valioso que es el afecto, el cariño, la solidaridad, el respeto, la confianza y el perdón.
Estas reflexiones nos pueden orientar a que valoremos lo mucho que tenemos, a que sepamos apreciar la bella familia y seres queridos que nos rodean. Todo con ese sentido de agradecimiento a la Providencia. Así damos un verdadero testimonio de que no sólo nos reunimos para cumplir con las tradicionales fiestas decembrinas, sino para revivir uno de los núcleos centrales de expresión de nuestra fe, que son el matrimonio, la familia y la amistad.
Hagamos que la alegría reine en nuestros hogares y en todas las reuniones que organicemos o asistamos. Que realmente seamos un testimonio de paz y concordia. Que no quede sólo en lindas palabras sino que se note que hemos trabajo la fe en nuestros corazones y acciones.