El Adviento es un momento de reflexión que debe prepararnos para recibir a Cristo, que vino al mundo por amor a nosotros. Los tres reyes magos son el ejemplo de preparación y adoración que podemos seguir en este domingo gaudete.
"Vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo"
Estos tres hombres iniciaron una travesía para llegar a adorar al Rey de reyes. Antes que nada, se prepararon con oro, incienso y mirra. El Evangelio de Mateo narra lo siguiente:
Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y preguntaron: «¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo».
Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén. Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías.
"En Belén de Judea, –le respondieron–, porque así está escrito por el Profeta: 'Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente no eres la menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti surgirá un jefe que será el Pastor de mi pueblo, Israel'".
Herodes mandó llamar secretamente a los magos y después de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella, los envió a Belén, diciéndoles: "Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje".
Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño.
Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría, y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones, oro, incienso y mirra.
Oro, incienso, mirra y...
Así como estos reyes de oriente se prepararon con regalos para adorar y rendirle homenaje al Rey, el padre Cruz nos invita a meditar:
La Navidad ya está en puerta. En pocos días celebraremos el nacimiento del niño que es Dios, que vino al mundo a salvar a traer la luz y salvar a la humanidad.
Ese mismo mundo es el que ahora luce lleno de adversidad, cansancio, confusión y desesperanza. Sin embargo, pese a todo ello, el cristiano todavía puede centrarse, concentrarse e ir con ánimo hacia el pesebre.
¿Y qué le podemos regalar? Nuestro propio corazón.
De esta manera, Él podrá transformarlo y renovarlo; purificarnos y santificarnos.
Para vivir una Navidad santa en la que verdaderamente festejemos la venida de Cristo y lo reconozcamos como Rey y Señor, el padre Cruz nos invita a ir con júbilo a su encuentro, a estar dispuestos a encontrarnos con Él en el pesebre.
Inspírate en los reyes magos -que vencieron toda dificultad que encontraron en su camino- para salir triunfante de cualquier situación, pero no para vanagloriarte, para sentirte superior y disfrutar de la victoria; sino para postrarte y adorar al salvador. Para decirle:
Señor, te necesito. Renuévame, transfórmame"
Que a ejemplo de ellos estemos dispuestos a salir de nosotros mismos para encontrarnos con Dios.