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Al menos 8 mil 565 personas murieron en las rutas migratorias en todo el mundo en 2023, lo que lo convierte en el año más mortal registrado, según los datos publicados el mes pasado (6 de marzo) por la Organización Internacional para las Migraciones.
La travesía por el Mediterráneo sigue siendo la ruta más mortal con al menos, 3 mil 129 muertos y desapariciones. En África, la mayoría de estas muertes se produjeron en el desierto del Sahara y en la ruta marítima hacia las Islas Canarias. Además, se cree que muchas muertes no se registran oficialmente, lo que significa que las cifras puedan ser muy superiores.
Las causas y alternativas
Mons. Miguel Ángel Nguema Bee, obispo de la diócesis de Ebibeyín en Guinea Ecuatorial, ha destacado la necesidad de abordar de manera más efectiva la situación de pobreza y migración en el mundo.
Según Mons. Nguema, la primera causa de la migración sería la pobreza, pero la ayuda de organizaciones internacionales para mitigarla no estaría llegando actualmente de manera efectiva a quienes más la necesitan. “Muchas ayudas se pierden en gobiernos corruptos o estructuras ineficaces”, explica.
En lugar de depender únicamente de los gobiernos, el obispo sugiere apoyar iniciativas más directas a través de organizaciones locales como la Iglesia, asociaciones de mujeres y jóvenes o fundaciones. “Estas entidades podrían brindar una ayuda mucho más directa y eficaz, como otorgar becas a jóvenes en situación de vulnerabilidad”, dice Mons. Nguema.
La falsa idea de Occidente
El obispo de Ebibeyín hace hincapié en otro grave problema: la promoción de una imagen falsa de facilidad y prosperidad de Occidente que incita a muchos africanos a la migración, incluso ilegal. “La publicidad engañosa y el dinero fácil promovido por el mundo del deporte son culpables de alimentar esta ilusión”, resalta. “Occidente presenta la falsa idea de que todo está resuelto, lo cual es un espejismo, y contribuye a un falso sentido de seguridad. Los modelos de ganar dinero fácil que se presentan contribuyen directamente a este problema”, indica Mons. Nguema.
Según Mons. Nguema, la realidad es que emigrar es siempre una decisión dura y hacerlo ilegalmente es un riesgo terrible, puede llevar de cinco a diez años para regularizar la situación y muchos no lograrán siquiera llegar a su destino.
“Claro que hay beneficios reales, por ejemplo, más oportunidades económicas y más seguridad; pero, a veces, cuando voy a Europa me dicen ‘tráigame un móvil’… no se dan cuenta de lo difícil que es la vida allí, no saben las dificultades que van a afrontar. Es fundamental que se brinde una visión más realista de las dificultades que enfrentan los migrantes en su búsqueda de una vida mejor”.
Volviendo al tema de las ayudas de desarrollo que reciben los países de entidades internacionales, el obispo insiste en la necesidad de una asistencia que estimule la actividad económica en vez de fomentar la dependencia.
“Es fundamental ayudar a crear estructuras de progreso que impulsen la autosuficiencia y el desarrollo sostenible para que las personas puedan salir adelante sin tener que depender constantemente de la ayuda externa”, dice haciendo hincapié en la importancia de evitar el paternalismo.
Así mismo, según el obispo, las ayudas deberían desvincularse de ideologías y nuevas formas de colonialismo: “Las ayudas, a menudo, están condicionadas al reconocimiento de valores que no están arraigados en la cultura local. La imposición de temas como el aborto, la diversidad de género o la entrada de sectas da lugar a dinámicas que representan la aparición de un nuevo colonialismo”, resalta Mons. Nguema a la vez que enfatiza la importancia de respetar y valorar las culturas locales al brindar asistencia.
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