Queridos hermanos y hermanas en Cristo,
En este IX Domingo del Tiempo Ordinario del Ciclo B, reflexionamos sobre un pasaje del Evangelio según san Marcos (Mc 2, 23-3, 6) que nos presenta dos incidentes relacionados con el sábado. Estos eventos nos invitan a profundizar en el verdadero significado del descanso sabático y cómo se debe vivir en relación con la ley y la misericordia.
Sábado: un regalo de Dios para el hombre
El sábado es un día sagrado en la tradición judía, un día de descanso ordenado por Dios en el tercer mandamiento: "Acuérdate del día del sábado para santificarlo" (Éxodo 20, 8). Para los judíos, el sábado es un signo de la alianza entre Dios y su pueblo, un recordatorio de la creación y de la liberación de la esclavitud en Egipto. Sin embargo, con el tiempo, se establecieron muchas normas y reglas estrictas sobre lo que se podía y no se podía hacer en sábado, convirtiéndose en una carga pesada para el pueblo.
En la primera escena, Jesús y sus discípulos están caminando por los campos de trigo un sábado, y los discípulos comienzan a arrancar espigas para comer. Los fariseos, defensores estrictos de la ley, los acusan de violar el sábado. Jesús responde con un ejemplo del Antiguo Testamento, recordando cómo David, cuando tenía hambre, comió los panes de la proposición, que solo los sacerdotes podían comer.
Jesús termina con una declaración contundente: "El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado. Así que el Hijo del Hombre es Señor también del sábado" (Mc 2, 27-28). Con estas palabras, Jesús recalca que la ley del sábado está al servicio del bienestar humano y no debe ser un yugo opresor. El sábado es un regalo de Dios para el hombre, para su descanso y renovación, y debe ser vivido con esta intención liberadora y misericordiosa.
En la segunda escena, Jesús entra en una sinagoga y ve a un hombre con una mano seca. Los fariseos lo observan atentamente, esperando ver si curará en sábado para poder acusarlo. Jesús llama al hombre y le pregunta a los presentes: "¿Qué está permitido en sábado: hacer el bien o hacer el mal, salvar una vida o matar?" (Mc 3, 4). Ante su silencio, Jesús, indignado por la dureza de sus corazones, le dice al hombre: "Extiende tu mano", y el hombre es sanado.
Hacer el bien es cumplir con el espíritu de la ley
Este milagro subraya el principio de que la ley divina está orientada al bien y la vida. Jesús muestra que hacer el bien, incluso en sábado, es cumplir con el espíritu de la ley. La misericordia y la compasión superan cualquier norma estricta. La rigidez de los fariseos, que los lleva a planear la destrucción de Jesús, contrasta fuertemente con el amor y la misericordia de Jesús.
En nuestro contexto actual, podemos caer en el riesgo de aplicar la ley de manera rígida, olvidando su propósito esencial: el amor y la misericordia. Jesús nos llama a vivir la ley de Dios con un corazón compasivo y misericordioso, siempre buscando el bien del prójimo.
Hoy, al reflexionar sobre estos pasajes, pidamos al Señor que nos conceda un corazón compasivo y misericordioso, capaz de discernir el verdadero propósito de su ley. Que podamos vivir el descanso sabático como un tiempo de renovación espiritual y física, recordando siempre que el amor y la misericordia son el cumplimiento pleno de la ley. Amén.
IX Domingo del Tiempo Ordinario del Ciclo B
Segunda lectura: Heb 9, 11-15
Evangelio: Mc 14, 12-16. 22-26