La presencia real de Jesucristo en el sacramento de la Eucaristía no se conoce por los sentidos, sino por la fe, enseña el Catecismo de la Iglesia (CCI 1381) siguiendo a santo Tomás de Aquino. Pero hace unos años, en una parroquia de Buenos Aires, ocurrió un milagro eucarístico que invita a seguir creciendo en el amor al sacramento que “se eleva por encima de todos los sacramentos” (CCI 1374).
Un milagro visto por un futuro papa
Para situar temporalmente aquellos primeros signos en mayo de 1992, sin que esto implique expresar una relación, por esos días el Papa Juan Pablo II elegía obispo auxiliar de Buenos Aires al sacerdote jesuita Jorge Mario Bergoglio, hoy Papa Francisco.
Ocurrió en la parroquia de Santa María, en Almagro, Buenos Aires. Tras la misa del 1 de mayo de 1992, cuando un ministro de la Eucaristía fue a hacer la reserva del Santísimo Sacramento encontró dos pedazos de hostia sobre el corporal del Sagrario.
Consultó al sacerdote, quien le indicó que los colocara en un recipiente con agua para que se disolvieran, como está previsto en estos casos. Durante días no se observó ningún cambio pero una semana más tarde, el viernes 8 de mayo, encontraron que los pedazos tenían un color rojizo, como si fuera sangre.
Pero ese fue apenas el primer signo, ya que dos días después, domingo 10 de mayo, durante las Misas vespertinas en las patenas que utilizaron los sacerdotes para distribuir la comunión pudieron observarse algunas gotitas de sangre.
Se informó de los acontecimientos a las autoridades eclesiásticas para que se procediera con la debida prudencia, y se fueron conservando los recipientes y la evidencia.
Se repiten los signos
Pero los signos no acabaron allí. Dos años después, el domingo 24 de julio de 1994, durante la Misa de niños, cuando el ministro de la Eucaristía destapó el copón, vio una gota de sangre que corría por el lado interno.
Y en agosto de 1996, luego de la celebración por la fiesta de la Asunción de la Santísima Virgen, se colocó otra hostia para que se disolviera en agua. El 26, se descubrió que la hostia había asumido una forma similar a un trozo de carne.
Cada instancia fue debidamente documentada y comunicada al arzobispado de Buenos Aires, y desde él, a la Santa Sede.
¿La carne de Cristo?
Si bien en cada hostia consagrada está Cristo entero, en este caso donde empíricamente se observa un trozo de carne, ¿se está ante el cuerpo del Salvador?
Ricardo Castañón Gómez fue convocado en 1999 por el arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, a realizar una investigación sobre esa evidencia.
Según explica Castañón Gómez en conferencias, los científicos por él consultados, de diversas partes del mundo e incluso sin saber la procedencia de la muestra, aseguran que la carne era parte del ventrículo izquierdo del músculo de un corazón de una persona de aproximadamente 30 años que había sufrido mucho al morir.
Las conclusiones de Castañón, según expresa, provienen de consultas con distintos especialistas como Frederick Zugibe, patólogo con experiencia analizando la Sábana Santa.
Otro consultado es Robert Lawrence, médico forense experto en tejidos, quien asegura en una observación con microscopio grabada, a la que este periodista tuvo acceso, que observa presencia de glóbulos blancos en el tejido estudiado, células que se disuelven pocos minutos después de poner un tejido en el agua. Sin embargo, las células estaban vivas al momento de ser tomada la muestra.
Más allá de la ciencia
Independientemente de los estudios sobre los hechos, los resultados convencerán a unos y no lo harán a otros, pero el hecho, en cuya difusión la parroquia y la arquidiócesis han sido siempre prudentes, conmueve a quienes se acercan a enterarse más.
El principal medio de comunicación escogido para la prudente difusión de estos acontecimientos ha sido, durante todos estos años, el diálogo y el encuentro personal en la parroquia con los miembros de la comunidad.
En la parroquia se instaló una placa que dice lo siguiente:
"La Comunidad de Santa María dedica esta Capilla a la Adoración Permanente. En ella se conservan el Signo Eucarístico y todos los vasos sagrados, a partir de los hechos acontecidos en los años 1992, 1994 y 1996.
Esperamos que el Signo sea para otros lo que ha sido para nosotros, un camino de descubrimiento de la Adoración Eucarística".
Y en una segunda placa invitan a asistir a los encuentros de narración del signo eucarístico en donde la comunidad parroquial comparte los hechos, conversa y tiene un momento de oración.
Cristo presente en la Eucaristía es el gran legado de este signo eucarístico que comenzó a ocurrir en Buenos Aires hace 32 años.