Maxime Qavtaradze, un antiguo preso convertido en monje, vive en una ermita fuera de lo común. Juzgue usted mismo. Su templo está situado en lo alto de un pilar rocoso, a unos cuarenta metros de altura, en el pueblo de Katskhi, en Georgia.
En la cima del pilar, una plataforma de unos 150 metros cuadrados, apenas el tamaño de un campo de voleibol. Sin embargo, en este espacio tan exiguo se edificó la iglesia ortodoxa de san Máximo el confesor, que tiene más de mil años, además de tres celdas de ermita, una bodega de vino y una pequeña muralla. El entorno es de una sensación absolutamente vertiginosa.
Redescubierta en el siglo XX
La leyenda cuenta que por estos lares vivían estilitas, unos ermitaños de los primeros tiempos del cristianismo que se retiraban a vivir su soledad y oración a lo alto de una columna
Sin embargo, los cimientos sugieren más bien una ocupación desde el año 1000 hasta el siglo XIII. Una inscripción en georgiano invita a pensar que la ermita todavía se utilizaba en esta época.
Después, las fuentes guardan silencio, hasta que un intrépido alpinista escaló el monolito en 1944.
Luego, el santuario volvió a la vida cuando, en los años 1990, Maxime Qavtaradze se instaló en el lugar. Fue él quien realizó las restauraciones, añadió una casita e hizo construir una escalera de hierro gracias a la cual desciende de su monolito dos veces a la semana.
Sin duda, podemos imaginar lo propicio de este lugar para que este estilita de los tiempos modernos encuentre a Dios.