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Celebrar la Epifanía del Señor significa recordar tres manifestaciones de la divinidad de Jesucristo: en Belén, Jesús Niño, al ser adorado por los magos; en el Jordán, bautizado por Juan, al ser ungido por el Espíritu Santo y reconocido como Hijo por Dios Padre; y en Caná de Galilea, al hacer patente su gloria transformando el agua en vino en las bodas.
Las Iglesias de Occidente se centran en la celebración del viaje de los Reyes Magos (a los que tradicionalmente llamamos Melchor, Gaspar y Baltasar) y la adoración del Niño Jesús.
Las Iglesias de Oriente, por su parte, subrayan en esta fiesta el Bautismo del Señor (que en Occidente se celebra el domingo siguiente a la Epifanía).
En la figura de los Reyes Magos vemos un signo de la salvación universal: el Mesías no solo viene a redimir al pueblo judío sino también a los gentiles, que le adoran en Belén.
Del Evangelio de san Mateo
"Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y preguntaron: «¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo».
Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén.
Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías.
«En Belén de Judea, –le respondieron–, porque así está escrito por el Profeta: 'Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente no eres la menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti surgirá un jefe que será el Pastor de mi pueblo, Israel'».
Herodes mandó llamar secretamente a los magos y, después de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella, los envió a Belén, diciéndoles: «Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje».
Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño.
Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría, y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron oro, incienso y mirra.
Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino".