El presidente de la Pontificia Comisión para América Latina (PCAL), el cardenal canadiense Marc Ouellet, ha hecho llegar una carta personal al Prepósito Provincial de los jesuitas en México, el padre Luis Gerardo Moro Madrid, en la que expresa su “profundo dolor” por el “cruel asesinato“ de los padre jesuitas Javier Campos y Joaquín Mora.
Con el epígrafe de Jn 15,13, "Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos", el cardenal Ouellet se unió al clamor que recorre el mundo en torno a la irrefrenable violencia que atenaza a México y que ya fue expresado ayer al final de la oración del Ángelus por el Papa Francisco.
El lunes 20 de junio, sicarios pertenecientes a una banda delictiva que opera en la Sierra Tarahumara (al noroeste de México, en el Estado de Chihuahua) perseguían a un hombre para darle muerte. Éste se refugió en el templo aledaño a la misión que los jesuitas establecieron, desde hace décadas, en la población de Cerocahui.
Ahí balearon tanto al hombre que perseguían, un guía de turistas que llevaba más de treinta años llevando personas a esta zona de espectacular belleza natural. Atentos al ruido, los padres Campos y Mora, observaron lo que pasaba y, lejos de huir o esconderse, quisieron darle la extremaunción y calmar al líder de la banda delictiva, un sujeto al que apodan “El chueco”.
Ahí mismo fueron ejecutados por los sicarios quienes, acto seguido, se llevaron los cuerpos en una camioneta para desaparecer –según el método de los narcotraficantes en México—las “evidencias”.
De manera directa, el cardenal Ouellet en su misiva se unió solidariamente con la Compañía de Jesús en este momento de “gran sufrimiento”; pero también con el pueblo de toda la región para denunciar, “la violencia tan presente en México y en tantos otros países de nuestra querida América Latina”
Una violencia que ya no se detiene –como el caso del doble asesinato de los jesuitas—ni en lugares sagrados ni con sacerdotes tan queridos entre los pobres, como lo eran en la comunidad de los rarámuris y en la zona de las barrancas de la Tarahumara los dos padres jesuitas asesinados.
“El contexto en el que se produjeron los asesinatos de ambos sacerdotes, mientras intentaban salvar la vida de una persona que buscaba refugio en el mencionado templo, nos recuerda de manera particularmente elocuente que es en la entrega radical de la propia vida como se siembran las semillas de una nueva sociedad reconciliada”, dice la carta que envió el cardenal Ouellet al padre Moro.
El purpurado canadiense, muy cercano al corazón del Papa Francisco y perfectamente compenetrado, a través de la PCAL, del clamor de paz que se eleva desde distintos países de la región, no dudó en recalcar que este “trágico evento” no se trata de un hecho aislado. Al contrario: “se encuentra enmarcado en el contexto de toda una atmósfera de violencia que desde hace años flagela a la nación mexicana y en la que muchas víctimas inocentes siembran con su sangre una silenciosa protesta que clama al cielo”.
La misiva del cardenal Ouellet concluyó su carta uniéndose a la comunidad jesuita y las familias de Cerocahui e "implorando a la Santísima Virgen de Guadalupe su poderosa intercesión para que, así como Ella en el siglo XVI colaboró a sanar las heridas de la naciente nación mexicana, hoy vuelva a hacer el milagro de restaurar la paz, con justicia y dignidad para todos, en especial, para los hermanos que han sido víctimas de la violencia en los últimos años".