Cuando la pereza nos invade, y a todos nos ataca alguna vez, dejamos de hacer cosas buenas y beneficiosas para nosotros mismos y para los demás. Dejamos de contribuir a la construcción de un mundo mejor, descartamos la posibilidad de tener una vida plena y dejamos de cumplir los planes de Dios.
Como diría un amigo mío, “supera la pereza en dos pasos: deja de pensar y actúa”. Vale que la afirmación de mi amigo es toda sabiduría, pero si conocemos el proceso mental que la produce podemos autocontrolarnos y hacer lo que debemos. Además, la pereza es un pecado capital ya que genera otros pecados. Se considera el más metafísico de los pecados capitales, porque está relacionado con la incapacidad de aceptar y hacerse cargo de la existencia de uno mismo.
A continuación, dispones de 7 pasos que nos pueden ayudar.
1Fijar metas.
Cuando nos fijamos un objetivo concreto, le estamos diciendo a nuestra mente “esto es a lo que vamos a dedicar nuestras energías”. Así se hace más fácil ponernos manos a la obra, actuar y hacer frente a la pereza.
Si la pereza nos invade de forma habitual, probablemente no hemos prestado la debida atención a los detalles y por eso no podemos concentrarnos en conseguir una meta.
No podemos cumplir un objetivo que no podemos visualizar. Tenemos que escribirlos e imaginarlos. Así tendremos más probabilidades de pasar a la acción con un plan.
2Crear rutinas sólidas.
Establecer rutinas es un truco estupendo para ganarle la partida a la pereza. El cerebro quiere conservar energía tanto como sea posible, y cada vez que pensamos hacer (o no hacer) algo, tu cerebro consume un poco de energía.
Y si tu cerebro reconoce una rutina, la pone en piloto automático creando un hábito…
En efecto, no necesita consumir energía adicional ni de procesamiento para ejecutarse. La ventaja de esto es que no necesitamos pensar en ciertas cosas que debemos hacer porque se han vuelto naturales y automáticas.
Cuando los aprovechamos adecuadamente, las rutinas pueden matar la pereza.
3Hacer ejercicio para reducir la pereza.
El deporte es un hábito clave porque, una vez desarrollado, tendrá un impacto positivo en cada área de la vida. Las personas que hacen ejercicio se ven mejor, viven más y son saludables. Son más puntuales, tienen más confianza, son más productivas y enérgicas.
Y de igual forma, son mucho menos perezosas que las que no lo hacen.
4Buscar amigos que te motiven.
La pereza es contagiosa. Si te rodeas de perezosos, caerás al nivel más bajo. Nos ayudará encontrar un colega que nos preste su ayuda para motivarnos y estimularnos en alcanzar nuestras metas.
Debe ser alguien que no esté acostumbrado a darnos la razón sin más. Debería ser alguien que nos diga la verdad, aunque nos duela.
5Tomar menos decisiones.
Cada decisión que tomas tiene una consecuencia energética.
La fuerza de voluntad se agota cuando la usas mucho y tienes toneladas de decisiones sin resolver navegando en el fondo de tu cerebro.
Cada mañana, te despiertas con tu fuerza de voluntad a plena carga y a lo largo del día, cada decisión que tomas agota tu fuerza de voluntad, lo que aumenta tus posibilidades de ser perezoso con respecto a tus prioridades para el día.
¿Qué hacer? Focalizar nuestra energía en decisiones importantes y priorizar. Así tendremos más fuerza de voluntad para combatir la pereza.
6Considerar las consecuencias de la pereza.
Cada vez que apostamos por la pereza sobre la acción, perdemos vida, acción. Podríamos hacer cosas maravillosas, vivir pequeñas aventuras, crear proyectos y acabarlos.
La pereza vive en el país de “podría” y del “y si”. La pereza vive en el pasado y resta vida. Pensemos en el futuro y sus consecuencias, en qué beneficio voy a obtener. ¡Pasa a la acción!
7Pensar en el dolor a largo plazo por no actuar y… actúa.
Sólo tenemos una vida para vivir. Y es tu elección si quieres vivir la vida al máximo o llevar una vida mediocre. La pereza es una elección. Si aceptas de forma habitual la pereza te conviertes en perezoso.
Para ganarle la partida a la pereza pensemos en las consecuencias, en el dolor que me va a producir no actuar, y en la satisfacción personal de no caer en sus redes.
Piensa menos y haz más. Hay un tiempo para pensar y hay un tiempo para hacer. A veces solo tenemos que animarnos y empezar a hacer.
Solo levántate y ve tras tu objetivo en el mismo momento en que sientas el impulso...
Se hace camino al andar. Ya sabes, deja de pensar y actúa.