Se aman "de por vida", en palabras de Luis. "Más que mi vida", abunda Celia. Palabras ardientes, con cada carta renovada. Ninguna fórmula preestablecida: "Te beso con todo mi corazón" (Celia, mayo de 1869), "Te beso como te amo" (Celia, agosto de 1873), "Solo me gustas tú, mi querido Luis" (24 de diciembre de 1876).
El cariño mutuo inspira a los santos esposos Martín palabras personales y conmovedoras, revelando un verdadero matrimonio de amor.
"Solo nos han llegado cuatro cartas -explica Hélène Mongin, su biógrafa, autora de Louis et Zélie Martin, les saints de l’ordinaire (ediciones Emmanuel).
Algunas se han perdido, pero tampoco debe haber muchas porque Luis y Celia se separaron muy poco durante sus 19 años de matrimonio. Además, a diferencia de su esposa, a Luis no le gustaba escribir.
Verdadero y profundo amor conyugal
La carta más significativa es la de Celia fechada el 31 de agosto de 1873. Está viviendo con sus hijos con su querido hermano Isidore Guérin en Lisieux.
Llegada el día anterior, tomó su pluma al día siguiente para expresarle a Luis cuánto extrañaba su presencia:
"Soy absolutamente como el pez que sacas del agua; ¡ya no está en su elemento, debe perecer! (…) Me siento incómoda, no estoy en mi plato, eso afecta el físico y estoy casi enferma. Sin embargo, razono conmigo misma y trato de ganar la partida. Te tengo en mente todo el día. Me digo a mí misma: "él está haciendo tal cosa en este momento". "Anhelo estar cerca de ti, mi querido Luis. Te amo con todo mi corazón, y aún siento redoblado mi cariño por la privación que siento de tu presencia; me sería absolutamente imposible vivir lejos de ti".
Para Hélène Mongin, "esta carta es la más reveladora. Es una extraordinaria declaración de amor. Podrías pensar que proviene de una pareja joven, ¡pero llevan casados 15 años!".
En mayo de 1869, Celia escribió:
"Te abrazo con todo mi corazón, estoy tan feliz hoy, al pensar en volver a verte, que no puedo trabajar. Tu esposa que te ama más que a su vida. Para una joven que pensaba que la vida religiosa era la vocación más perfecta, esta es la señal de un cambio radical".
"Contrariamente a su primera idea, no es a pesar del matrimonio sino en y por el matrimonio que se santifican", explica su biógrafa.
Una preocupación recíproca
Luis no solo conoce bien a su esposa, sino que también se preocupa por ella. "Él le señala todas sus inquietudes y la apoya", subraya Hélène Mongin.
En su única carta conocida, fechada el 8 de octubre de 1863 desde París, escribió:
"Es inútil decirte que tu carta me produjo un gran placer, menos en ver en ella que estabas demasiado cansada. Por lo tanto, te recomiendo encarecidamente la calma y la moderación, especialmente en el trabajo. Tengo algunos pedidos de la Compagnie Lyonnaise; una vez más, no te preocupes tanto, lograremos, con la ayuda de Dios, hacer una buena casita".
Se conocen profundamente. Unos años más tarde, en mayo de 1869, Celia le dice que está ordenando su banco de trabajo.
"No te enojes, no perderé nada, ni una plaza vieja, ni un pedazo de resorte, pues nada, ¡y luego estará muy limpio arriba y abajo!". No dirás que "solo moví el polvo", porque no habrá más. "Revela su ternura, su intimidad. Sentimos que hay experiencia", se ríe Hélène Mongin.