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Era el año 1937. España vivía una sangrienta y absurda guerra civil con una furiosa persecución religiosa.
El joven sacerdote Josemaría Escrivá de Balaguer había decidido emprender un duro camino de evasión al país vecino, Andorra, atravesando de noche caminos de montaña en el frío mes de noviembre.
Noche oscura en Pallerols
El día 21 llegó con un pequeño grupo que lo acompañaba al pintoresco pueblecito de Pallerols de Rialb.
Allí pudo refugiarse en la casa del cura y pasar la noche sobre la paja en un pequeño espacio abovedado de piedra.
Pero el agobio no le dejaba dormir: dudaba si huir de España en aquel momento tan difícil era lo que Dios quería, a pesar de pensar que le ayudaría a expandir el Opus Dei.
Una respuesta sencilla
Por eso pidió al cielo una señal que le confirmara que estaba haciendo lo correcto. Bajó a la iglesia y buscó algo que respondiera a su petición. Entonces encontró en el suelo una pequeña rosa de madera dorada.
Ese objeto tan sencillo -probablemente una parte desprendida de un retablo- lo cambió todo.
Porque el sacerdote lo interpretó como una confirmación de la Virgen de que debía seguir adelante y recuperó la paz. Él mismo describió así su experiencia unos años más tarde:
"Entonces, con moción interior que coaccionaba mi voluntad, le dije al Señor: “si estás contento de mí, haz que encuentre algo”, y pensé en una flor o adorno de madera de los desaparecidos retablos. Volví a la iglesia (estaba en la sacristía), miré por los mismos sitios donde había mirado antes. . . , y encontré en seguida una rosa de madera estofada. Me puse muy contento y bendije a Dios, que me dio aquel consuelo, cuando estaba lleno de preocupación por si estaría o no Jesús contento de mí".
"Cuando estaba comido de preocupaciones, ante el dilema de si debía pasar, o no, durante la guerra civil española, de un lado a otro, en medio de aquella persecución, huyendo de los comunistas, viene otra prueba externa: esa rosa de madera. Cosas así: Dios me trata como a un niño desgraciado al que hay que dar pruebas tangibles, pero de modo ordinario".
La confianza en que Dios lo amaba acompañó a Josemaría hasta su muerte y hoy esa rosa encontrada en Pallerols se expone junto a su tumba en Roma.
Agradecimiento y fidelidad
Cada año, los hijos espirituales de este santo conmemoran el feliz hallazgo con una solemne misa en la iglesia de Pallerols.
Antes sacan a la calle en una procesión la talla de la Virgen que lleva en su mano una réplica de esa sencilla flor que dio ánimos a san Josemaría en un momento muy difícil.
Además grupos de distintos países del mundo recorren una y otra vez el Camino de Pallerols a Andorra reviviendo un hito histórico para el Opus Dei.