El 24 de febrero llega a las salas de cine españolas el luminoso documental ‘El cielo no puede esperar’, primera biografía fílmica sobre el beato británico-italiano Carlo Acutis que murió a los 15 años a causa de una leucemia.
Se trata del quinto filme del jaleado escritor y prolífico director de cine José María Zavala, tras sus exitosas ‘El misterio del Padre Pío’ (2018), ‘Renacidos’ (2019), ‘Wojtyla. La investigación’ (2020) y ‘Amanece en Calcuta’ (2021), que rueda y estrena película por año.
En el caso que nos ocupa, la producción ha corrido a cargo de los hermanos Borja e Inés Zavala y de la distribución se ha encargado la veterana European Dreams Factory, líder en la promoción y difusión del cine de valores. El colofón de este deseado documental pasa por conocer de primera mano a Antonia Salzano, madre de Carlo Acutis, que ya está en Madrid para asistir al estreno de la película sobre su hijo en los cines Callao. Por fortuna, ALETEIA ha podido hablar con ella.
¿Cuándo empezó a darse cuenta de que su hijo tenía un amor especial hacia Jesús?
Carlo, desde que tenía tres años o tres años y medio, comenzó a mostrar una gran piedad y religiosidad. Por ejemplo, si pasábamos delante de una iglesia quería entrar a saludar a Jesús crucificado, Jesús en el tabernáculo, y si salíamos a pasear sobre todo en primavera, quería recoger flores para llevárselas a la Virgen. O me hacía preguntas sobre la fe. Además le gustaba que le leyeran historias de los santos y de la Biblia.
Tenía mucha fe y mucha preparación religiosa a su corta edad. Tanto es así que realizó su Primera Comunión a los siete años en lugar de a los diez. Y desde ese monmento comenzó a ir a la Santa Misa todos los días, a hacer adoración eucarística antes o después de la Misa, a rezar el rosario -aunque en realidad ya lo hacía desde los 5 años y medio- y a leer la Palabra de Dios todos los días. Su vida de fe era extraordinaria.
¿Sus padres le inculcaron la importancia de la Eucaristía en la vida de un cristiano?
Siempre cuento que yo era poco creyente; mi marido probablemente más que yo. De hecho, su familia era creyente. No obstante, cuando le conocí él estudiaba en la universidad, en Ginebra, y no era creyente.
Solo mostraba su fe si sus padres estaban delante, y yo aún peor, porque vivía en Roma, era hija única y mi padre era un editor muy culto que estaba siempre rodeado de artistas, periodistas, escritores, pero de fe no se hablaba nunca. Es más, se hablaba de todo menos de fe y así fue como crecí.
Vivíamos en el centro de Roma y allí estábamos rodeados de escuelas de monjas. Así que por pura comodidad me enviaron a estudiar a una de estas escuelas. Y bueno, como todos los padres hacían, también los míos quisieron que me preparase para hacer la Primera Comunión, pero más que una formación teológica en sí, fue una ocasión para jugar con mis amigas. Mi primera Misa fue la de la Primera Comunión y la segunda tras la Confirmación. Después me casé y ese era mi nivel de fe.
Recuerdo que Carlo dijo su primera palabra a los tres meses de nacer y hacia los cinco y medio hablaba. A menudo digo siempre corría delante del tiempo. Sobre todo en asuntos de fe era muy precoz. Me hacía muchas preguntas sobre la fe a las que muchas veces no sabía cómo responder. Esto esto me resultaba muy incómodo, porque estaba convencida de que tenía que ser coherente con lo que se les enseña a los hijos. Y, en ese sentido, yo no era ejemplo de mucho.
Cuando mi hijo Carlo tenía cuatro años y medio, mi padre murió de improviso. Este hecho supuso otro gran cambio en mi vida tras el de Carlo. Todo ello me impulsó a que me hiciera algunas preguntas, que cuando todo me iba bien jamás me hubiese planteado: ¿Qué pasaba después de la muerte?, ¿dónde se encontraba mi padre?
En este sentido, recuerdo que una vez Carlo me dijo que mi padre se le había aparecido a él en sueños, a quien estaba muy unido. Y que le había dicho que se encontraba en el Purgatorio. Pidió a Carlo que rezara por él. Y a mí todo esto me había dejado contrariada.
Poco después pude conocer a un sacerdote al que llamaban el Padre Pío de Bologna. Me puse en contacto con él y me recibió de inmediato. En cuanto me vio, comenzó a hablarme de mi hijo sin saber nada de mí. Decía que Carlo iba a tener una misión muy especial de Dios y que iba a hacer mucho bien a la Iglesia. Entonces quise confesarme y a partir de ese momento se inició en mí un camino de conversión que considero que terminará en el Purgatorio.
¿Cómo ha sido su proceso vital, desde que Carlo muere hasta el momento presente?
Mi vida ha cambiado mucho. Como mi proceso de conversión arrancó antes de que muriese Carlo, su muerte no me cogió desprevenida. El Señor ya me había formado. De hecho, he aceptado la muerte de Carlo en el año 2006 como una voluntad superior del buen Dios.
El primer milagro atribuido a Carlo se produjo el día de su funeral. Una señora tenía un tumor en un seno y no había comenzado la quimioterapia. Entonces recé a Carlo y el tumor de esa mujer desapareció. Desde entonces son incontables las veces que muchas personas me han pedido materiales sobre Carlo, porque decían que habían recibido una gracia de mi hijo.
Al tiempo, las exposiciones de Carlo empezaron a difundirse en todo el mundo, sobre todo la de los milagros eucarísticos, dado que gracias a ellas muchas personas se han acercado de nuevo a la fe, han comenzado a ir a Misa y se han producido curaciones durante las exposiciones. Han sido obras que Carlo ha realizado para ayudar a que las personas entiendan la importancia de una vida de fe, que existe una vida eterna, que existe algo más allá y que sobre todo Jesús está presente en el pan y el vino consagrados, donde se encuentra la real y verdadera presencia de Cristo.
Cuando la Hostia se convierte en carne y el vino en sangre se atestigua esta verdad de fe. La exposición sobre los milagros eucarísticos de Carlo también me ha mantenido ocupada. Tal es la devoción por Carlo que ya me la han pedido en todo el mundo y continúa visitando todos los continentes. Solo en los Estados Unidos la ha visitado más de diez mil parroquias. Sabemos que la exposición hace milagros y para mí ha sido un motivo de crecimiento en la fe. También sé que como he recibido mucho, el Señor me pedirá mi parte.
¿Qué tipo de conversiones, atribuidas a su hijo, le han impactado más?
Conversiones ha habido muchas. De personas que estaban alejadas de la fe, de la Iglesia, que nunca habían hecho la Comunión o que nunca se habían confesado. Entonces no podemos definir una en particular, porque cada conversión es especial. Digamos que Carlo ha intervenido en muchas curaciones físicas que son posibles milagros.
Es más, cada día nos llega una noticia de un posible milagro, pero para mí lo más importante son las conversiones del alma, de regresar a Dios, a una vida de oración, de resurrección. Y de estas he visto muchas en estos años desde que Carlo murió. Los testimonios vienen de todo el mundo.
Cuando internamos a Carlo en el hospital, me dijo: "de aquí no saldré vivo, pero te daré muchas señales". Me impresionó su afirmación y eso que su leucemia fulminante parecía una simple gripe, puesto que en aquellos días la mitad de la clase de Carlo estaba enferma en casa con gripe. Carlo tenía un poco de dolor de garganta y fiebre.
El médico le vio en un par de ocasiones en casa, parecía que estaba recuperándose, pero una mañana se despertó con signos de astenia, no se podía mover y lo llevamos al hospital.
Cuando todos aún creíamos que Carlo solo tenía una gripe, recuerdo que a mi marido, a mi madre y a mí, mi hijo decía: "Ofrezco mi sufrimiento por el Papa, por la Iglesia y para no ir al Purgatorio, para ir directamente al Paraíso". Nosotros pensábamos que bromeaba, Carlo era muy simpático, muy bromista y nosotros no dimos mucho peso a esta frase, que luego resultó ser profética.
¿Su hijo Carlo fue explícito al decirle que su vida sería corta y que haría mucho bien desde que murierse, al estilo del Padre Pío?
Carlo no era como el Padre Pío, que padeció los estigmas y era un magnífico místico. Sin embargo, sí es cierto que predijo su muerte dos meses antes de morir. Fue a través de un vídeo casero. En él decía que cuando pesara 70 kilos ya estaría destinado a morir.
En este sentido, cuando de niño preguntábamos a Carlo qué quieres ser de mayor, él siempre respondía "quién sabe cuándo moriremos, ocupémonos del momento presente, porque quién sabe qué es lo que haremos o no haremos, esto lo sabe solo Dios".
Es decir, que Carlo estaba ya proyectado para la vida eterna y sobre todo era consciente de que la vida es solo un pasaje, todos somos peregrinos de este mundo, nuestra meta es el Infinito no el finito. También la persona que nos ayuda en Milán, Rajesh, nos aseguraba que Carlo le decía que él permanecería siempre joven. Rajesh era muy vanidoso, le gustaba vestirse a la moda, ser siempre joven, estar en forma y entonces parecía que Carlo se burlase de él. Le decía: "Yo seré siempre joven, tú no, tú envejecerás". De pequeñito decía que moriría por una hemorragia cerebral y de hecho fue de lo que se murió.
¿Cómo ha sido de doloroso enterrar a Carlo?
Cuando llevamos a Carlo a Asís a la sepultura que compramos, también habíamos adquirido una casa en esta ciudad francesa a la que íbamos de vacaciones. Viví ese momento con mucha fe, incluso en los días de su enfermedad cuento siempre que escuchaba en mí un pasaje del libro de Job: "El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó; bendito sea el nombre del Señor".
Y debo decir que incluso cuando enterramos a Carlo lo viví con la misma actitud interior. Solo que el Señor ya me había preparado. Habían pasado muchos años desde que se inició mi proceso de conversion, también había comenzado mis estudios en la facultad de teología y ya me había presentado a algunos exámenes. Todo ello me ayudó a profundizar en mi fe.
¿Era consciente del eco que iba a tener la vida de su hijo, antes y después de su beatificación?
Era consciente de que seguramente era un diseño especial de parte de Dios. También la apertura de la causa de Carlo fue una gran señal, pocos meses después de su muerte. Fue increíble. Decían los postuladores que ni una persona canonizada tenía esa fama de Santidad. Todo ello me ha hecho intuir que en Carlo había un diseño especial, estaba muy segura, y después la Iglesia confirmó mis intuiciones.
¿Cuál ha sido la declaración de intenciones que más le ha llamado la atención de Carlo?
Seguramente el día de su Primera Comunión, cuando Carlo escribió: "Estar siempre unido a Jesús, ese es mi proyecto de vida". Para mí esta ha sido la declaración más rotunda y de la cual siempre fue fiel. Jesús era el centro de su vida, todo lo que hacía lo hacía con Jesús, para Jesús y por Jesús. Comulgaba todos los días, asistía a la adoración eucarística todos los días, rezaba el rosario todos los días, además de sus oraciones personales. Su vida fue una oferta continua al Señor y un testimonio de la presencia de Dios en su corazón.
¿Qué piensa cuando se dice que su hijo es ejemplo de promoción del Evangelio desde las Redes Sociales?
Las dotes informáticas de Carlo eran extraordinarias. A los nueve años leía algunos textos de la universidad politécnica de Milán de ingeniería informática. También diseñaba programas de estadística que normalmente desarrollan los adultos especializados en la materia, se manejaba con soltura con programas como Photoshop, InDesign, Maya.
Son dones recibidos que Carlo utilizó para promover lo que tenía en el corazón, para ayudar a las personas a acercarse a Jesús. Él decía: "Veo colas kilométricas para ver un concierto o un partido de fútbol, pero no veo estas colas para ver a Jesús Eucaristía". Le movía un profundo celo apostólico por las almas. Para él, la vida era una prueba, y si no aprendemos a amar a Dios en esta vida perdemos una gran ocasión de saber de qué estamos hechos. Él quería ayudar a los demás a entender que Dios existe, que existe la vida eterna.
¿Qué cosas ha aprendido de su hijo desde que ya no está entre nosotros?
Me hizo entender que los sacramentos son signos eficaces de la gracia de Dios. Para mí ha sido el descubrimiento de la vida, pensaba que los sacramentos eran algo simbólico, no creía que en la Eucaristía estuviera la presencia real de Dios.
¿Cuándo reza por él, qué palabras dirige a su hijo?
Hablo con él como si estuviera vivo. Le pido ayuda para mi vida de fe en las cosas que hago, por las personas que encuentro, que me piden oraciones. Mi diálogo con él es continuo.
‘El cielo no puede esperar’ es la primera película sobre Carlo Acutis. ¿Cómo ha sido su experiencia durante la filmación y qué le parece la iniciativa?
Es una película muy conmovedora, llegará a muchas personas y dará a conocer la vida de Carlo. Pero por encima de todo eso está el recordatorio de que incluso hoy se puede ser santo. Aunque vivamos en un mundo extremamente tecnológico, hemos entrado en el tercer milenio y es posible ser santos, como lo fue él. La llamada a la santidad es algo para todos, cada uno de nosotros es un ser especial, único e irrepetible. Pensemos en las huellas digitales.
‘El cielo no puede esperar’ declara que en lo cotidiano nos podemos santificar, que es el ejemplo de Carlo. Él buscaba ser mejor, hacer el bien por amor a Dios. Si confiamos en Jesús, como dicen las Escrituras, si pasan serpientes no nos muerden. Hay que ponerse en sus manos para que realice esa obra maestra que tiene prevista para cada uno de nosotros.
Pero a menudo nos hacemos la zancadilla y no le dejamos hacer. Carlo decía que cada uno de nosotros nace original, pero muchos mueren como fotocopias. Ese era su mensaje principal, así que no permitamos morir como fotocopias. A tenor de la experiencia de Carlo, el filme propone una importante reflexión sobre toda nuestra vida.
En la película se aprecia la facilidad que Carlo tenía para hacer amistades o de ayudar a los mendigos de la calle. ¿Él le desvelaba estos actos de caridad?
Sí sabía que Carlo ayudaba a muchas personas: ancianos, mendigos... Llevaba sacos de dormir, mantas y comida a la gente de la calle. Hablaba con ellos, los ayudaba, los aconsejaba, los llamaba por su nombre; su apostolado no era solo con ellos, era también con jóvenes, jóvenes que sufrían bullying, que tenían problemas para socializar.
Su apostolado era muy amplio porque era un chico que pensaba primero en los demás y luego en sí mismo que veía en los demás a Cristo crucificado y resucitado, veía en cada uno de ellos el rostro de Cristo. Y así fue hasta el último momento.
Antes de morir se preocupaba si las enfermeras lo tenían que mover. Él estaba inmóvil. Aunque era delgado y medía 1,83 cm., resultaba complicado cambiarle de posición. Si le preguntaban si estaba sufriendo, respondía que había gente que sufría más que él. Nosotros ya lo sabíamos porque en casa era igual de generoso con todo con todo el mundo.