Vivimos entre el amor y el odio: entre el amor del ángel de la guarda y el odio del demonio. Incapaz de amar, el diablo es todo odio. Lo que quiere es nuestro dolor, nuestra pérdida.
Intentos de "secuestro" de hombres
Desterrado del cielo, el demonio trabaja incansablemente para raptarlo de los hombres.
Quiere alejarnos de Dios, de ese Dios infinitamente bueno e infinitamente amable -cuya privación le es tan sensible y le causa un tormento ininterrumpido- para hacernos desgraciados para siempre. Ese es su negro designio.
Del pecado venial al mortal
Él, por tanto, se esfuerza por disminuir el amor divino en nuestras almas con el pecado venial y la tibieza, luego destruirlo con el pecado mortal y, después de la caída, cerrar nuestro corazón a la esperanza.
En una palabra, quiere arrastrarnos a su rebelión y hacernos, como él, odiar a Dios por toda la eternidad.
Odio "ingenioso"
"El odio de los demonios, por una emulación infernal de la caridad divina, sabe hacerse todo para todos. Es extremadamente ingenioso, y todos los medios son buenos para ello. La ciencia disponible para este odio es, además, duplicada por una terrible experiencia. Son miles de años los que los demonios han estado lidiando con los hombres. Conocen maravillosamente todos los recursos de la naturaleza humana; y, si son más hábiles que todos nuestros fisiólogos y todos nuestros psicólogos, son también más expertos que todos nuestros moralistas o todos nuestros políticos".
Poder "aterrador"
Un conocido monseñor, estudioso de la demonología, describe así el poder de los demonios:
"Su poder natural es aterrador. Pueden sacudirte el ánimo, quitarte las imágenes que guardas de las cosas, sacar a la luz aquellas que saben que son más peligrosas, porque ven que las prefieres. Pueden llevarte a los sueños y, a través de vapores encantadores, traerte diseños oscuros. A tu menor emoción, adivinan tus pensamientos secretos. Se deslizan como serpientes, se lanzan como leones. Pueden ligarse a ti como tu sombra, te rodean, asedian a todos. El aire está lleno de ellos, como dice san Juan Crisóstomo, y no es desde lejos que disparan sus flechas. Están allí donde tú estás, y si tienes la intención de ir a otra parte, están allí antes que tú. Pueden afectar tu salud y causarte, como atestiguan los dos Testamentos, enfermedades reales y mortales. Pueden atormentarte de mil maneras, obsesionarte".
El ángel de la guarda
Sin embargo, el odio y el poder del diablo son inferiores al amor y el poder del ángel de la Guarda.
El Ángel de la Guarda nos ama con un amor profundo. Nos ama más de lo que el demonio puede odiarnos, ya que el odio del demonio no es más que un odio natural, y la caridad de nuestro ángel de la guarda es una amistad sobrenatural, divina.
Amor y obediencia
Seguramente nuestro buen ángel se regocija en obedecer la voluntad de Dios cumpliendo su papel de guardián.
Pero lo que más nos debe tocar es que el amor que nos lleva no lo atrae en menor medida que la obediencia.
Este amor se puede comparar con todos los amores creados: el amor de un padre, el amor de una madre, etcétera.
La fuente del amor del ángel guardián
El Amor del ángel de la guarda tiene su fuente en el mismo Corazón de Jesús, corazón que arde de amor por nosotros.
Nuestro buen ángel sabe que el Hijo de Dios se ha dignado honrar la naturaleza humana hasta revestirse de ella, y que nos ha obtenido ser coherederos del reino celestial.
Él ve en nosotros a los miembros, hermanos y amigos de Cristo, y nos ama tanto más como Dios nos ama con un amor infinito.
Reina
Si el Ángel de la Guarda testimonia un amor muy vivo, es también por respeto a la augusta Virgen María.
Ella es su Reina: él la reverencia, la bendice y se complace en compartir sus sentimientos.
Y como es nuestra Madre -¡y qué Madre!-, se asocia gozosamente al tierno amor que esta Madre incomparable tiene por todos nosotros, sus felices hijos.
Un lugar entre los ángeles
En el ardor de su amor, un amor que no conoce egoísmos ni celos, ya que es todo puro y todo celestial, nuestro buen ángel se esfuerza con fuerza para que ocupemos un día nuestro lugar entre los ángeles; en el mismo rango, e incluso más alto, si agrada a Dios.
Las criaturas más cercanas a Dios
A este amor, el ángel de la guarda une un gran poder, un poder mayor que el del diablo.
Todo poder está originalmente en Dios; a Él pertenece el imperio universal sobre todas las criaturas.
Y estas participan de su primacía, de su autoridad, según se acerquen más o menos a Él.
Ahora bien, las criaturas más cercanas a Dios son las más perfectas, y entre los diferentes grados de perfección, el más eminente es el de los espíritus que gozan de su presencia en el cielo.
El ángel desertor
Los ángeles buenos, y entre ellos el ángel de la guarda, ejercen pues un verdadero imperio sobre los demonios privados de esta alta perfección, y los gobiernan a su manera. Tal es la opinión de san Agustín:
"El ángel desertor de la vida y degradado por el pecado , dice, está gobernado por el espíritu que ha permanecido vivo, razonable, piadoso y justo".
Santo Tomás y Lucifer
El poder de los ángeles es tal, según santo Tomás , que el más pequeño de ellos manda al mismo Lucifer, y se hace obedecer. La prueba que da es que la fuerza de la justicia divina, a la que se adhieren, es superior a la de todos los espíritus infernales (I, q. 109, 4).
El Apocalipsis
Este dominio del ángel fiel sobre el ángel prevaricador se expresa de manera fecunda en el Apocalipsis:
"Vi a un Angel que bajaba del cielo y tenía en su mano la llave del Abismo y una gran cadena. Dominó al Dragon, la Serpiente antigua - que es el Diablo y Satanás - y lo encadenó por mil años. Lo arrojó al Abismo, lo encerró y puso encima los sellos.