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Ser pobre no es ningún delito, desafortunadamente, no todas las personas gozan de una situación económica desahogada que les permita afrontar sus más urgentes necesidades.
En México, de acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), hay 37.9 millones de personas vulnerables por carencias sociales, es decir, tienen dificultad para solventar sus necesidades básicas de salud, vivienda, educación y alimentación nutritiva, entre otras.
Sobre el tema de la pobreza, el Obispo de Celaya, Mons. Víctor Alejandro Aguilar Ledesma comentó en una homilía que hay que aprender a compartir lo que se tiene con los demás. Mencionó que antes se convidaba de la comida hecha en la casa, las comadres o las vecinas se mandaban bocados de lo que habían preparado, y luego se regresaban los platos, pero nunca vacíos, sino con una probada de otro alimento.
1Solo somos administradores
Ese signo de dar es importante, porque lo que tenemos no es nuestro, Dios nos ha dado los bienes para administrarlos, por eso destacó que hay que ser sensibles ante las necesidades de los demás. Al respecto, comentó que, cuando alguien se encuentra frente a un apuro y hace lo posible por solucionarlo, hasta hay que buscarlo para darle ayuda. Porque el verdadero pobre tiene dignidad.
Puso un ejemplo: supongamos que alguien tiene internado a un familiar en el hospital y no le alcanza para pagar los gastos, sin embargo, sentirá vergüenza de pedir ayuda, y entre sus mismos familiares reunirán lo necesario para cubrir el adeudo.
Dijo esto porque tiempo atrás, estando en otra diócesis, cuando alguien quería ofrecerle un donativo le recomendaba que se acercara al hospital que quedaba cerca de su parroquia y que se colocara cerca de la fila de la caja para que escuchara a la gente y ahí diera su ofrenda.
2Dar hasta que duela
Luego agregó que no pasa lo mismo «con quien vive de la necesidad, esas personas que andan de acá para allá pidiendo dinero, y que quizá, hasta traigan más que tú», dijo Don Víctor. Por eso hay que saber ayudar, es la insistencia del obispo, y, sobre todo, entender que se trata también de dar hasta que duela, como dijo la madre Teresa de Calcuta, porque si vamos a dar de lo que nos sobra, o lo que ya no nos queda, no tiene valor; hay que dar de lo que nos gusta, de lo que usamos y comemos para que verdaderamente nos cueste.
Y algo más, para destacar el tema de la dignidad: no debemos ver a los demás con ojos de lástima, como diciendo «ay, pobrecito», sino entender que el hermano al estamos ayudando es el mismo Cristo, de acuerdo con sus propias palabras: «Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo» (Mt 23,40).