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La humanidad siempre ha estado interesada en lo que ocurre a su alrededor y ha intentado darle explicaciones lógicas cuando no entiende su funcionamiento: la salida del sol, la luna, las estaciones del año, el crecimiento de las plantas, su propia existencia…, por eso, con el paso de los siglos el hombre ideó un método científico para sustentar sus descubrimientos y darle explicación lógica a todos los acontecimientos, con pruebas y experimentos.
Ante tantos esfuerzos por llegar al fondo de la verdad, inevitablemente la pregunta surge: ¿Por qué Dios revela grandes cosas a los sencillos? No estudiaron, no se "queman las pestañas" por sacar un título, no han tenido que indagar en libros y mucho menos en Internet; no obstante, hablan de temas difíciles con gran facilidad. La respuesta llega irremediablemente: Dios revela su sabiduría y sus caminos a la gente sencilla que está abierta a escucharlo.
La sabiduría viene de los sencillos
Podemos pensar en las madres y abuelas que, sin saber leer ni escribir, sembraron vocaciones sacerdotales y religiosas en sus niños con tan solo rezar el rosario y enseñarles a amar a Dios sobre todas las cosas con su manera de vivir y honrarlo con sus palabras. O en los niños que con su inocencia acercan a los padres a Misa, a orar antes de comer y a pedir a "Papá Dios" por sus necesidades.
O podemos irnos a casos más especializados: los místicos y videntes que han sido elegidos para dar un mensaje, como el indio Juan Diego o los niños pastores de Fátima. Dios no se vale de mentes iluminadas ni de lenguas prodigiosas, se vale de gente humilde para hacer más patente su poder y magnificencia.
Por eso, escuchar la voz de Dios en la Sagrada Escritura nos acerca a ese privilegio que han tenido algunos de recibir el mensaje directamente del Señor o de la Santísima Virgen, pero ojo, no añaden nada a la revelación dada por Jesucristo que tenemos en la Biblia, en el Magisterio y en la Tradición, solo nos recuerdan que todo lo debemos a Dios y que tenemos que ir a Él a través de Jesucristo, impulsados por el Espíritu Santo. En eso estriba la salvación.
Que el Señor nos ayude, por intercesión de la Santísima Virgen María.