El mundo tiene casi 8 mil millones de habitantes, y aproximadamente mil 400 millones de ellos son católicos, de acuerdo con el último Anuario Estadístico de la Iglesia del 31 en diciembre de 2021, el cual recoge las cifras recabadas en todas las diócesis del planeta para conocer su situación.
El documento registra que existen 407 mil 872 sacerdotes entre diocesanos y religiosos. Una pequeña cantidad para atender al gran número de católicos que existen en los cinco continentes. Además, los seminaristas mayores y menores alcanzan la cifra de 205 mil 609 jóvenes que se preparan para el presbiterado. ¿Se están acabando las vocaciones? Para responder a esta pregunta, el Pbro. Omar Sánchez Sánchez, promotor vocacional, habló con Aleteia.
¿Hay crisis de vocaciones?
El padre Omar afirma que no hay crisis de vocaciones. «Las vocaciones ahí están. Hay crisis de respuesta, incluso de los que ya vivimos una vocación» asegura el sacerdote. Y es que resulta que, cuando una persona ya está casada, ya se ha ordenado, es religioso o religiosa, o eligió quedarse soltero, puede pensar que «ya la hizo», es decir, que ha alcanzado la meta y ya no tendrá que preocuparse.
Sin embargo, el promotor vocacional dice que no es así. «Lo difícil es responder a partir de ahí, hacia adelante. Entonces, podemos vivir la vocación pero no estar respondiendo en ese mismo sentido, sobre todo, salirnos de lo que Dios nos pide en esta vocación», comenta.
Respecto a la crisis de respuesta a la que se refirió anteriormente, añade que sí existe debido a que los jóvenes no ubican el sentido de la felicidad 'para siempre' como algo fijo, sino que consideran que se trata de algo pasajero: «Pasa con las parejas: me sirves para un fin de semana, somos novios, nos acostamos y para el siguiente fin ya no me sirves, ya quiero a alguien más. Es impensable quedarme con alguien para siempre». Añade el padre que los jóvenes desean experiencias y quizá llenar vacíos.
Ausencia de testimonios
Otro punto importante para el presbítero es la falta de testimonios. «Nosotros mismos fallamos, obviamente somos humanos, pero a veces no vemos la repercusión que un antitestimonio de esta magnitud pueda tener». El sacerdote puntualiza que no se refiere solo a los casos escandalosos de abuso, sino a la manera de vivir la vocación específica; por ejemplo, un matrimonio frustrado que vive peleando, o un cura amargado que regaña a la gente. Estos ejemplos no son nada edificantes, al contrario, quien los ve de cerca prefiere no casarse ni ordenarse para no caer en la misma situación.
Falta de oración y promoción
A lo anterior, el p. Omar agrega «la falta oración y promoción». Con promoción no solo se refiere a dar un tema. «Promueve con tu propia vida. San Juan Pablo II fue una promoción para muchísimos sacerdotes que, en su tiempo, entraron al seminario simplemente por verlo. Les cambió la vida».
Por otro lado, está la falta de oración. Comenta el clérigo que él como promotor ha hecho campañas repartiendo oraciones por las vocaciones en todo momento, «apréndansela», insiste, y confiesa que le preocupa que la gente no la sepa ni forme parte de las oraciones básicas del cristiano creyente. «Así como el Padre nuestro y el Ave María. Porque el hecho de pedir vocaciones, es algo que Cristo mismo dijo: 'rueguen, por tanto, al Dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos' (Lc 10, 2). Ahí está, pues, el mandato».