El miércoles, el Papa Francisco decidió recibir a las familias de los rehenes israelíes retenidos en Gaza, seguidas de familiares de palestinos que sufren el conflicto en Gaza. El Vaticano había preparado cuidadosamente estos dos encuentros para no dar la impresión de favorecer a uno u otro bando en el conflicto de tierra santa. Pero los acontecimientos generaron confusión y descontento antes de que el cardenal Parolin saliera al rescate del Pontífice, defendiendo la tradicional línea de conducta de la Santa Sede, a menudo cuestionada en tiempos de guerra.
El director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Matteo Bruni, había presentado estos encuentros como iniciativas "de carácter exclusivamente humanitario", porque el Papa, explicó, "quiere mostrar su cercanía espiritual al sufrimiento de todos".
Ambos encuentros se celebraron con la máxima discreción, a puerta cerrada, sin que se difundieran imágenes a los medios de comunicación vaticanos y sin que el Dicasterio para la Comunicación emitiera ningún comunicado de prensa. En su lugar, las propias delegaciones organizaron ruedas de prensa a lo largo del día. Ambos acontecimientos resultaron tormentosos, por ambas partes.
La ira de los israelíes
Primero los israelíes, en el Centro Judío Italiano Pitigliani, cavaron el primer escollo, reaccionando a las palabras del Papa Francisco que, tras reunirse con ellos, deploró durante la audiencia general que los enfrentamientos en Tierra Santa no fueran "una guerra" sino "terrorismo", apuntando aparentemente a ambas partes del conflicto.
En declaraciones a la prensa, el embajador israelí ante la Santa Sede, Raphael Schutz, quiso hacer una "distinción moral" entre Israel y Hamás. Este último "ataca a civiles solo por atacar y matar a civiles", denunció, mientras que Israel está comprometido "en una guerra de defensa para proteger a sus propios ciudadanos […] intentando minimizar al máximo las víctimas en Gaza", afirmó el diplomático. Los miembros de la delegación rechazaron unánimemente cualquier equivalencia entre ambos bandos, argumentando que Hamás estaba utilizando a "civiles como escudos humanos" y señalando con el dedo "un segundo holocausto por parte de los nazis de Hamás".
Además, algunos participantes se mostraron muy decepcionados por el hecho de que el Pontífice, que pronto cumplirá 87 años, se hubiera limitado a "una declaración general" sobre la guerra. Algunos, avergonzados de que la reunión se torciera, intentaron calmar los ánimos, diciendo que "todos estamos en contra de la guerra, no queremos que mueran inocentes en ambos bandos". Pero la polémica ya había estallado.
Al día siguiente, la Asociación de Rabinos Italianos expresó su enfado en un comunicado de prensa, criticando al Pontífice y a la Iglesia católica por haber hecho "acrobacias diplomáticas" en lugar de mostrar "cercanía y comprensión" hacia las víctimas israelíes. En particular, los representantes judíos deploraron que el Papa hubiera "acusado públicamente a ambas partes de terrorismo", poniendo "al mismo nivel" al agresor y al agredido "en nombre de una supuesta imparcialidad". Sin pelos en la lengua, cuestionaron la amistad judeo-cristiana y criticaron la "gélida equidistancia" de la Iglesia en un momento en que "algunos intentan exterminar a los judíos".
Confusión entre los palestinos
En el lado palestino, en el Instituto Maria Santissima Bambina, cerca de la Plaza de San Pedro, la recepción del encuentro no fue más pacífica. Después de que uno de los miembros de la delegación dijera que el Papa había utilizado la palabra "genocidio" al referirse a la situación en Palestina, la conferencia de prensa estuvo marcada por una cierta confusión. El Vaticano, a través de Matteo Bruni, se apresuró a desmentir la acusación, asegurando a la prensa que el Papa había utilizado "los mismos términos que utilizó durante la audiencia general" para describir "la terrible situación en Gaza".
A pesar de este desmentido en directo, los miembros de la delegación palestina -formada principalmente por inmigrantes gazatíes residentes en Europa- mantuvieron su declaración. "Éramos diez y todos lo oímos", insistió uno de ellos, subrayando que no habían venido "a tergiversar la información".
La Santa Sede mantiene su línea
Interrogado por la prensa a raíz de estas polémicas, el cardenal secretario de Estado, Pietro Parolin, defendió la línea del Pontífice, subrayando la "postura muy clara" adoptada por la diplomacia vaticana en su condena del ataque de Hamás. Pero "tampoco podemos ignorar lo que ocurre en el otro lado, en Gaza, donde […] hay tantos muertos, heridos y destrucción", añadió. El "número 2" del Vaticano refutó cualquier "equivalencia" entre Israel y Hamás. Por el contrario, "la Santa Sede hace todo lo posible para ser justa, para tener en cuenta el sufrimiento de todos", afirmó.
El cardenal Parolin recordó que en la historia de los conflictos a menudo se ha malinterpretado la posición prudente de los papas, siguiendo el ejemplo de Benedicto XV, que durante la Primera Guerra Mundial "fue atacado por ambos bandos porque también él, se decía, tenía una posición de neutralidad, no reconocía al agresor ni al agredido". En la actualidad, lo más urgente para resolver el conflicto en Tierra Santa es "continuar con la cuestión de los rehenes, por el momento no hay muchas más posibilidades", concluyó, sugiriendo que la Santa Sede seguirá este camino sin descanso.