Al menos cuatro personas murieron y unas cincuenta resultaron heridas en un atentado con bomba perpetrado el domingo 3 de diciembre durante una Misa católica en el gimnasio de la Universidad Estatal de Mindanao, en Marawi, al sur de Filipinas. En un comunicado, el presidente filipino, Ferdinand Marcos, condenó enérgicamente estos "actos insensatos y particularmente atroces perpetrados por terroristas extranjeros".
Por su parte, el alcalde de Marawi, Majul Gandamra, instó a los miembros de las comunidades musulmana y cristiana a permanecer unidos:
"Nuestra ciudad ha sido durante mucho tiempo un símbolo de coexistencia pacífica y armonía, y no permitiremos que tales actos de violencia ensombrezcan nuestro compromiso colectivo con la paz y la unidad".
El jefe de la policía regional, Allan Nobleza, declaró que la policía estaba investigando si el atentado estaba relacionado con una operación militar que tuvo lugar el viernes 30 de noviembre. Un ataque aéreo del ejército filipino mató a 11 militantes islamistas de la organización Dawlah Islamiya-Philippine en Mindanao. El sábado 1 de diciembre, el ejército declaró que la organización islamista había planeado organizar atentados en la provincia de Maguindanao del Sur. La policía regional también se centra en los remanentes de los grupos islamistas Maute y Abu Sayyaf, que participaron en el asedio de Marawi en 2017. Los ataques militantes contra autobuses, iglesias católicas y mercados públicos son típicos de los disturbios en el sur de Filipinas, aquejado por la insurgencia desde hace décadas.
Durante el Ángelus, el Papa Francisco dijo que rezaba por las víctimas del atentado:
"Quisiera ofrecer mis oraciones a las víctimas del atentado que ha tenido lugar esta mañana en Filipinas, donde ha explotado una bomba durante la misa. Estoy cerca de las familias, del pueblo de Mindanao, que ya ha sufrido tanto".