El ser humano necesita comunicarse para vivir. Por eso son tan importantes las relaciones interpersonales que se afianzan hablando, ya que hacen fluir todas las emociones y sentimientos, aún los más recónditos que se alojan en el alma.
Gracias a su naturaleza divina, nuestro Señor Jesucristo era un profundo conocedor del hombre y entendía perfectamente esta necesidad. Por eso los Evangelios recogen los hechos del Señor, que en un principio fueron transmitidos de manera oral, cumpliendo su mandato:
"Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado".
Confesarse es una necesidad
Cuando el Señor Jesús fue crucificado los discípulos se escondieron y, luego de la resurrección, para ellos parecía que todo tendría que volver a la normalidad pues no sabían que Jesús vivía, como lo narra el episodio de los discípulos de Emaús:
"Y conversaban entre sí acerca de todas estas cosas que habían acontecido. Y sucedió que mientras conversaban y discutían, Jesús mismo se acercó y caminaba con ellos" (Lc 24, 14-15).
Ellos tenían mucho qué platicar, debían procesar los hechos y poner orden a sus ideas. Por eso, el mismo Jesucristo se aparece a los apóstoles y les da el poder y la orden:
"Jesús les dijo de nuevo: '¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes'. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió 'Reciban al Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan'".
El perdón se da después de decir los pecados
Por supuesto, ¿cómo podían perdonar los pecados si no los escuchaban? Era y es necesario decirlos para que el sacerdote, que ha recibido ese mismo poder de Jesús, pueda saber si debe perdonarlos o retenerlos. Es parte de la lógica humana. Si no digo lo que quiero, no puedo esperar que se me dé solo por el deseo que tengo dentro de mí.
En los juicios orales, es evidente que para dictar una sentencia hay que presentar la acusación y las pruebas, y el abogado defensor hace gala de la retórica para convencer al jurado de la inocencia de su cliente.
Solo el sacerdote puede perdonar
Quienes pertenecen a otras denominaciones religiosas hacen una confesión de sus culpas ante la comunidad cuando dan sus testimonios. Hay quienes acuden al pastor para contarle sus tentaciones, y él, lo más que puede hacer, es escucharlos y aconsejarles qué hacer, pero no perdonarles sus culpas.
El Señor fue muy claro. Es un privilegio para los católicos, porque nadie más puede perdonar válidamente en el nombre de Dios. Además, tenemos el enorme consuelo del perdón dicho de viva voz, no por mera suposición. El que se confiesa tiene la certeza de que sus pecados han sido perdonados. Por eso, aprovechemos esta gracia y confesémonos seguido.