Es una de las grandes señas de identidad del pontificado de Francisco: desde su elección en 2013, se ha tomado libertades con los procesos habituales de comunicación vaticana. Tanto si responde a su propio correo con tarjetas escritas a mano, como si coge el teléfono espontáneamente, el Papa argentino se acerca tanto a los más sencillos como a los más grandes, aunque eso suponga saltarse los canales oficiales de la diplomacia.
"Hola, soy el Papa Francisco". Muchas personas han escuchado esta introducción al descolgar el móvil para llamar a un número privado. A menudo, para su gran sorpresa -al principio muchos pensaron que era un engaño-, el Papa les llamaba después de escribirles, expresándoles su cercanía, solidaridad y oraciones. Así lo hizo a una víctima argentina de violación en 2013, a un joven autista de la provincia de Cremona en 2020 y, el pasado junio, a una pareja italiana que le contó el difícil embarazo de su hija Gloria.
Incluso durante su descanso estival, Francisco no abandona los contactos. Durante el verano de 2017 telefoneó a jóvenes italianos que le habían invitado a peregrinar al santuario italiano de Loreto, o a un trabajador argentino en Buenos Aires al que tuvieron que amputar las dos piernas tras resultar herido por las cuchillas de un camión de basura, para darle ánimos. Durante los últimos 10 años, la prensa ha dado mucha importancia a estos episodios, muchos de los cuales siguen siendo discretos.
El hombre al que se veía vestido de simple clérigo en los transportes públicos de Buenos Aires cuando era cardenal siempre necesitó ser un cura entre la gente. Y en el trono de Pedro, se salta a las burocracias. Sus llamadas telefónicas a dirigentes que afrontan tragedias son innumerables. Llamó al presidente ucraniano Zelensky al inicio de la ofensiva rusa en Ucrania; al patriarca ortodoxo Tawadros en el momento del asesinato de coptos ortodoxos en Libia; al alcalde de Niza, Christian Estrosi, tras el atentado terrorista de 2016; y a Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, en plena pandemia de Covid.
El 21 de noviembre, dos días después de la elección del nuevo presidente de Argentina, Javier Milei, nos sorprendió la noticia de que el Papa Francisco le había telefoneado, al margen de cualquier canal diplomático. El diario La Nación informaba que la amistad personal entre un íntimo amigo de Javier Milei y el oftalmólogo Fabio Bartucci, que había operado al Papa de cataratas, había permitido establecer un contacto directo entre el Papa y el político ultraliberal, que había criticado violentamente al Pontífice durante la campaña electoral.
Su preocupación pastoral
El Papa Francisco acostumbra a actuar por iniciativa propia, sin previo aviso, poniendo a veces en jaque a su propia Secretaría de Estado. Al día siguiente del estallido de la guerra en Ucrania, en febrero de 2022, el obispo de Roma tomó la iniciativa -sin conocimiento de la diplomacia vaticana- de visitar en persona la embajada rusa ante la Santa Sede, salida de la que se hizo eco la prensa.
Estas iniciativas demuestran también su preocupación pastoral y su atención a los expedientes que se acumulan sobre su mesa. Por ejemplo, tras haber tenido que cancelar su encuentro con 21 víctimas de abusos sexuales en el oeste de Francia el 27 de noviembre a causa de una bronquitis, el Papa mismo cogió el teléfono esa misma noche para ofrecerse a reunirse con ellas al día siguiente. Un gesto de atención del hombre de blanco que, al igual que sus iniciativas similares de los últimos 10 años, conmovió enormemente a las personas con las que se reunió.