"Todo es gracia", exclamaba santa Teresita del Niño Jesús. La gracia, la acción de Dios en el mundo, no se limita ciertamente a los sacramentos. Sin embargo, la liturgia, a diferencia de las devociones personales, objetiva la presencia de Dios. He aquí algunas explicaciones.
Distinguir, e incluso jerarquizar, pero no oponer. Así se describen la liturgia y las devociones en un texto romano de 2001 publicado por el Dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, el Directorio sobre la piedad popular y la liturgia.
"Aunque se hace referencia a situaciones muy distintas y a ejercicios de piedad de índole y naturaleza diversa, el texto formula sus propuestas respetando siempre unos presupuestos fundamentales: la superioridad de la liturgia sobre otras expresiones cultuales; la dignidad y la legitimidad de la piedad popular; la necesidad pastoral de evitar cualquier clase de contraposición entre la Liturgia y la piedad popular, así como de no confundir ambas expresiones, dando lugar a celebraciones híbridas" (§ 93).
En la vida cristiana, cabe legítimamente preguntarse: ¿está Dios más presente en la Misa que en mi oración personal? En otras palabras, ¿la gracia actúa más en los sacramentos? La primera certeza es que Dios es más grande que los condicionamientos humanos, y que la gracia, la acción del Espíritu Santo en el mundo, no se limita a los sacramentos.
Sin embargo, los sacramentos, que hacen visible una realidad invisible, son el sustento de toda vida espiritual. Externos a nosotros, codificados por la liturgia, dones de la Iglesia, manifestaciones de la vida comunitaria, tienen la superioridad de la objetividad.
La gracia de los sacramentos
Los fieles que rezan el rosario o hacen una devoción están en una relación subjetiva con el Señor. La gracia puede estar presente, pero no pueden estar seguros de ello. En cambio, en los sacramentos, si dan en el asentimiento de la fe, los cristianos están seguros de que Dios actúa. ¿No se lo prometió Jesús a san Pedro? El Catecismo de la Iglesia Católica afirma que "los sacramentos son 'obras maestras de Dios'" (§1116), después de explicar que:
"La liturgia cristiana no solo recuerda los acontecimientos que nos salvaron, sino que los actualiza y los hace presentes. El Misterio Pascual de Cristo se celebra, no se repite; son las celebraciones las que se repiten; en cada una de ellas se produce la efusión del Espíritu Santo que hace presente el único Misterio" (§ 1104).
Este es un gran consuelo para los que buscan a Dios: hay lugares y tiempos (litúrgicos) en los que el Creador se manifiesta verdaderamente a la humanidad. Este consuelo va acompañado de otra seguridad: que la gracia es omnipotente. El Espíritu Santo invadió el alma de Blaise Pascal durante su famosa "Noche de fuego", el Espíritu Santo transforma el corazón de los catecúmenos incluso antes de su bautismo, el Espíritu Santo actúa en todos. Siempre que le abramos nuestro corazón, siempre que bebamos de la fuente inagotable de los sacramentos.