Comenzar el nuevo año con propósitos para cumplir durante los 12 meses es una costumbre que mucha gente ha adoptado en su vida. Sin embargo, sabemos -por experiencia- que, al pasar de los meses, si no tenemos la firme convicción y un buen plan para lograrlo, vamos olvidando nuestras buenas intenciones de cambio.
Así mismo ocurre cuando de orar se trata. El progreso espiritual es algo que debemos tomarnos muy en serio, porque hablamos de nuestra relación con Dios, ni más ni menos. Y, así como ocurre con una relación interpersonal, la nuestra con el Señor debe cultivarse poco a poco. Un amigo se conoce pasando tiempo juntos, platicando profundamente, descubriendo afinidades, confiando sueños, proyectos y problemas. A Dios debemos tratarle del mismo modo.
El método de Santa Teresa de Jesús
La gran Teresa de Ávila sabía que es necesario unir la oración a la vida cristiana. Las virtudes evangélicas son su soporte para avanzar en la perfección y deben formar parte de su itinerario espiritual, porque quien quiere alcanzar el Cielo se enfrentará con obstáculos que le harán tropezar; a veces serán externos, como el ruido y el ambiente en el que nos movemos; otras internas, como apegos y deseos no muy santos.
Santa Teresa sabe que Dios conoce nuestras debilidades y que solo pide que estemos dispuestos. Por eso ella habla de la "determinada determinación".
Lo determinado o determinada
Primero es lo determinado o determinada. ¿A qué se refiere con esto? Justamente a que la persona debe enfocarse en algo concreto, delimitado y específico. Orar es algo concreto, relacionarse con Dios es específico y no salirse de ahí es delimitado.
La determinación
Ahora tienes un objetivo preciso que conseguir; sabiendo que quieres orar, has dado el primer paso. La determinada decisión de orar, tomada con libertad y entendiendo que tienes una responsabilidad, es una elección que también implica valor, porque no siempre será sencillo.
La determinada determinación de orar
Completamos el método: orar con determinada determinación implica valor, perseverancia y mucho amor, enfrentando miedos, recelos y las resistencias al amor que puedan surgir desde dentro de nosotros. Además, es fidelidad, entrega y dejarse seducir por Dios. ¿Dónde podremos estar más seguros, si Dios es siempre fiel? Santa Teresa dedicó su vida a la oración y al trabajo, entendiendo que no podía desear nada más.
Imitemos su ejemplo con determinada determinación.