Santa Josefina Bakhita, una esclava africana del siglo XIX, conoció de primera mano los horrores de la humanidad. Fue secuestrada muy joven y golpeada hasta sangrar.
Tuvo una vida difícil, pero más tarde, cuando conoció el cristianismo, pudo tener un profundo sentimiento de esperanza que superó cualquier sufrimiento que experimentara.
El Papa Benedicto XVI destacó su ejemplo en su encíclica sobre la esperanza, Spe Salvi, y narró cómo conoció la esperanza que se encuentra en Jesús:
Aquí, después de los aterradores 'amos' que la habían poseído hasta entonces, Bakhita conoció un tipo de 'amo' totalmente distinto: en el dialecto veneciano, que ahora estaba aprendiendo, utilizaba el nombre de 'Paron' para referirse al Dios vivo, el Dios de Jesucristo. Hasta entonces solo había conocido amos que la despreciaban y maltrataban, o que, en el mejor de los casos, la consideraban una esclava útil.
Ahora, sin embargo, oyó que hay un 'Paron' por encima de todos los amos, el Señor de todos los señores, y que este Señor es bueno, bondad en persona. Llegó a saber que ese Señor incluso la conocía, que la había creado, que la amaba de verdad. Ella también fue amada, y nada menos que por el supremo 'Paron', ante el cual todos los demás señores no son más que humildes siervos.
Era conocida, amada y esperada. Es más, este amo había aceptado Él mismo el destino de ser azotado y ahora la esperaba "a la derecha del Padre".
Su nueva esperanza
Su nueva esperanza en Dios alimentaba cada parte de su ser y contagiaba esa esperanza a todos los que conocía.
Ahora tenía "esperanza", ya no solo la modesta esperanza de encontrar amos que fueran menos crueles, sino la gran esperanza: "Soy definitivamente amada y me pase lo que me pase, me espera este Amor. Y así mi vida es buena". Gracias al conocimiento de esta esperanza, fue "redimida", dejó de ser esclava y se convirtió en hija libre de Dios.
Comprendió lo que Pablo quería decir cuando recordaba a los Efesios que antes estaban sin esperanza y sin Dios en el mundo: sin esperanza porque sin Dios. Por eso, cuando la iban a llevar de vuelta a Sudán, Bakhita se negó; no quería volver a separarse de su "Paron".
Su nueva esperanza en Dios alimentaba cada parte de su ser y contagiaba esa esperanza a todos los que conocía.
Promotora de las misiones
Hizo varios viajes por Italia para promover las misiones: la liberación que había recibido a través de su encuentro con el Dios de Jesucristo, sentía que debía extenderla, debía transmitirla a los demás, al mayor número posible de personas. La esperanza que había nacido en ella y que la había "redimido" no podía guardársela para sí misma; esta esperanza tenía que llegar a muchos, a todos.
Cuando la vida se ponga difícil, mira la vida de Santa Josefina Bakhita y pídele que te infunda una esperanza sobrenatural capaz de soportar cualquier prueba.