Una enfermedad muy antigua, como lo hace constar la Sagrada Escritura, es la lepra. Ésta ha sido temida por generaciones por sus efectos sobre la salud. Su impacto era tal que el libro del Levítico le dedicó los capítulos 13 y 14 porque, al ser vista como un castigo, era necesario abordar la identificación de la enfermedad, tratamiento del enfermo y ritual de purificación.
Después, varios libros de la Biblia hacen referencia a ella y, en los evangelios, leemos que se marginaba a quienes presentaban signos de la enfermedad. Basta recordar el pasaje donde diez leprosos piden a Jesús su sanación, Él los envía con los sacerdotes y quedan curados en el camino (Lc 17, 12-19).
Este estigma disminuyó hasta hace poco tiempo. La lucha contra la discriminación ha sido parte del trabajo apostólico enfrentado por hombres y mujeres cristianos, quienes valientemente dedicaron sus vidas a estos hermanos, devolviéndoles su dignidad.
Una de ellas fue la religiosa Hilary Ross, Hija de la caridad de San Vicente de Paul, quien dedicó su vida al cuidado de los enfermos y a la investigación de este mal, haciendo valiosas contribuciones para su tratamiento.
¿Qué ha pasado con la lepra?
De acuerdo con datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la lepra o mal de Hansen es una enfermedad tropical, infecciosa y crónica, provocado por la bacteria Mycobacterium leprae, que afecta la piel y los nervios periféricos, y si no se trata, puede causar discapacidades permanentes.
¿Cómo se contagia?
Antes se creía que ocurría con el solo toque de la piel del afectado, sin embargo, la realidad es que las bacterias se transmiten por las pequeñas gotas expulsadas por la boca y la nariz cuando hay un contacto estrecho y frecuente (incluso de meses) con una persona infectada que no haya recibido tratamiento. Por lo tanto, es curable. Existe, incluso, una vacuna.
No obstante, aún hay registro de nuevos casos detectados anualmente en 120 países, sumando unos 200 mil, la mayoría concentrada en Asia Sudoriental (OMS) .
El trato cristiano para los enfermos
Atendiendo a que actualmente hay un tratamiento efectivo y hasta una vacuna, y entendiendo cómo se da el contagio y lo que debe hacerse con los aquejados del mal, es posible concientizar a las personas sobre el trato a los enfermos, quienes deben ser ayudados con mucha caridad, como lo han hecho los santos y santas que ofrendaron su vida por ellos.
Nuestro Señor dio el ejemplo y trató siempre con amor: "Muchos lo siguieron y Él los curó a todos" (Mt 12, 15).
Seamos caritativos con los que sufren, viendo a Cristo en cada uno.