1926. Balas, muertes y persecuciones a caballo. La restricción a las libertades de credo y de conciencia que impuso el gobierno en México hizo que los fieles salieran en defensa de la fe. Al sonido de esta guerra se unió la voz de un joven de casi 15 años que caminaba hacia su tumba gritando "Viva Cristo Rey". Negándose a apostatar, Joselito murió mártir en la guerra cristera que sacudió a México entre 1926 y 1929, y que causó aproximadamente 250 mil pérdidas humanas.
Los datos que historiadores y biografías recogen señalan que su infancia fue la de un niño normal. Iba a la escuela y tenía facilidad para hacer amigos y para el tiro con arco. Su familia, de Sahuayo Michoacán, era piadosa y activa en su parroquia.
La fe de los padres fue la base de su santidad
Los valores cristianos y la fe los aprendió en casa. Su madre era estricta y muy seria en todo lo que se refería a la transmisión de la fe. Como comenta para Aleteia Antonio Peláez, autor del libro Mirando al Cielo y escritor y director de la película con el mismo nombre (ambas obras biográficas de san José Sánchez del Río) "detrás de un santo siempre hay una familia; no se llega únicamente por sí solo. Esa devoción, ese acercamiento a Dios, venía de su familia"
Laura Peláez, productora de Mirando al Cielo, asegura que "el desprendimiento y la fe de los papás fue la base para que José llegara a ser santo". Por ello, los padres dieron su bendición a sus hijos que habían decidido unirse a los cristeros. José, al igual que sus hermanos, quería defender sus creencias pero sus padres se lo negaron por su corta edad. Ante la insistencia del santo y su convicción de que "nunca había sido tan fácil ganarse el Cielo", sus padres no tuvieron otra alternativa y Joselito se retiró de casa con la bendición de sus papás.
Antonio resalta cómo este ejemplo nos habla, en la época actual, sobre las vocaciones de vida religiosa y sacerdocio en los jóvenes. "Son decisiones muy importantes, tomadas en momentos de intimidad con Dios, en la oración; muchas veces como padres no entendemos ese sentir y ese llamado que los hijos pueden tener para ir a una vocación sacerdotal o una vida religiosa y creo que es muy importante apoyarlos".
Añade que el beneficio de apoyar el llamado vocacional de un hijo es para toda la Iglesia, pero para la familia, los frutos son inmensos. Por ello, la vida de san José Sánchez del Río nos enseña que "es importante siempre apoyar el llamado de Dios a los hijos".
“Resígnate a la voluntad de Dios, yo muero muy contento”
Teniendo la aprobación de sus padres, José aún tenía que convencer al jefe de los cristeros, quien también se negó a su solicitud en primera instancia; pero José no se detuvo, insistió y se ofreció como asistente. En el campamento, Joselito motivaba el rezo diario del rosario y alegraba al resto de sus compañeros, quienes lo apodaron Tarcisio.
El 6 de febrero de 1928 fue tomado preso por las tropas del gobierno después de que, en combate, cedió su caballo a su general para salvarle la vida. Desde la cárcel, antes de su muerte, escribió a su mamá:
"Fui hecho prisionero en combate este día, creo en los momentos actuales voy a morir, pero nada importa mamá. Resígnate a la voluntad de Dios, yo muero muy contento porque muero en la raya al lado de Nuestro Señor. No te apures por mi muerte, que es lo que me mortifica; antes diles a mis otros hermanos que sigan el ejemplo del más chico y tú has la voluntad de Dios. Ten valor y mándame la bendición juntamente con la de mi padre. Salúdame a todos por última vez y tú recibe por último el corazón de tu hijo que tanto te quiere y verte antes de morir deseaba".
A las 11 de la noche del 10 de febrero José Sánchez del Rió caminó hacia el cementerio con las plantas de los pies desolladas. Aún en el dolor, José no renegó de su fe. Ya de pie frente a su tumba, y sin sucumbir ante quienes lo invitaban a apostatar -entre ellos su padrino de bautismo- gritó por última vez "Viva Cristo Rey", "Viva la Virgen de Guadalupe".
José fue declarado santo por el Papa Francisco el 16 de octubre de 2016 y su vida es uno de los muchos testimonios de mexicanos aportando a la transmisión de la fe en el mundo. Para Antonio, que ha difundido la vida de este santo patrono de la niñez y la juventud por todo el mundo, "la fe en México es especial" y no solo por Joselito o por la Cristiada, sino por sus sacerdotes, monjas y fieles que trabajan por la Iglesia Universal.
Un modelo para las familias actuales
Laura y Antonio coinciden en que la vida de Joselito y de su familia toca diferentes aspectos de la cotidianidad del ser humano -la vida en familia, el diálogo, la importancia de la amistad, de ser coherente en la vida- y, por ello, es una oportunidad para que los padres se cuestionen qué les están transmitiendo a sus hijos.
"Si los padres preparamos a nuestros hijos para tomar las decisiones a las que se van a enfrentar con vida de oración, formación y vida de sacramentos, no creo que haya una mejor forma de protegerlos y de darles un impulso para que sean felices".
Laura Peláez concluye que, como familias, podemos inspirarnos en la familia Sánchez del Río para "hacer a Dios parte de nuestra vida en familia. No dejar a Dios para los domingos en Misa, sino pedirle que nos acompañe en el día a día".
La película Mirando al Cielo se encuentra disponible en plataformas de streaming. Para ir a ella puedes presionar este link.