La relación con las personas más afectadas por la pobreza económica es enriquecedora, más allá de una ayuda con un servicio asistencial. Es lo que aseguran haber aprendido voluntarios del Proyecto Encuentro Acoge.
Su voluntariado consiste en salir periódicamente a conversar con las personas sin hogar que se encuentran por las calles de sus barrios de Madrid, Palma de Mallorca y Barcelona.
A menudo les llevan mantas, algo de comer u otras cosas que constatan que necesitan, pero nunca dinero. "Si no, ya no hay relación, porque puede pasar que entonces la persona solo busque eso", explica Cristina Singla, voluntaria de Barcelona.
Los voluntarios aseguran que han vivido una transformación en los años que llevan en este voluntariado.
Relación personal
"Hemos pasado de ver personas en la calle, que a veces esquivábamos o ni reparábamos en ellos, a mirar -explica José, el marido de Cristina-. De la mirada hemos pasado al saludo, a dar la mano y a ver la dignidad de la persona, de un ser humano, de un vecino".
Este matrimonio ha experimentado que con la relación personal se rompe la barrera y ha constatado que “"as personas sin hogar son igual que nosotros pero viven una situación diferente, de calle".
La finalidad de este voluntariado "no es solo hablar, encontrarnos, sino también servir de instrumento para que esas personas recuperen la socialización".
A veces, conversando, los voluntarios aportan alguna información valiosa para los que están durmiendo en la calle, o les orientan en diversos temas, como la salud.
De su experiencia en el Proyecto Encuentro Acoge, Cristina y José ofrecen tres claves para una relación con los pobres que les enriquece mutuamente:
1generosidad
Se trata de dar tiempo, darse a la persona, verla y vincularse con ella desinteresadamente.
"A veces creo que hago un voluntariado que me tendrían que agradecer, pero hay que intentar tener un amor más gratuito", reconoce Cristina.
Y recuerda que sintió pena cuando Antonio, "un hombre muy simpático y agradecido que nos daba siempre una buena acogida", dejó de dormir en el cajero. "Era el objetivo, y yo me entristecía porque ya no lo encontraríamos… poco a poco me educo en la gratuidad".
2respeto
La relación enriquecedora pasa por acompañar a las personas sin forzar situaciones o trámites.
"Trato de respetar sus procesos", continúa José, "también si no quieren hablar o las cosas que ofrecemos".
E insiste en que una persona en situación de calle es como alguien con hogar, con sus vivencias, sus creencias, y no vale cualquier cosa para ella.
El voluntario recuerda el día en que una persona les pidió unas zapatillas de deporte. "Mi primer impulso fue comprarle unas básicas de cualquier tienda de deportes. Y la respuesta fue: no me van bien, necesito que respiren mejor".
"La persona sin hogar es alguien que vive una circunstancia, no es que no tenga voluntad o personalidad", añade.
3humildad
"A veces podríamos cargarnos de orgullo pensando que somos unos salvadores", advierte José. Pero él se siente únicamente "un instrumento para que la persona que está en la calle reconstruya su vínculo con la sociedad".
"Quizás nosotros somos uno de los peldaños que esa persona tiene que subir, pero no los que sacamos ni rescatamos", continúa.
Y concluye: "Nosotros tendemos la mano pero no arrancamos a la persona de su estado, es ella la que al final acaba saliendo, ojalá que para siempre, volviendo a vincularse a lo de antes".