Los sueños fueron muy útiles a Don Bosco para explicar las verdades de la fe a los muchachos a su cargo, a los que trataba de guiar por el camino del bien. Tal es el famoso sueño sobre el infierno que contó a los muchachos del Oratorio el 3 de mayo de 1868.
Una noche, apenas Don Bosco se había dormido, se le apareció un ángel que lo condujo por un camino ancho y cómodo, rodeado de magníficos setos verdes cubiertos de rosas. Delante de él, Don Bosco vio a los jóvenes del Oratorio, todos reconocibles e identificables.
Corriendo hacia el santo sacerdote, algunos de ellos parecieron tropezar y caer de repente. Fueron arrastrados por una fuerza misteriosa pendiente abajo hasta la boca de un terrible horno.
El sueño y las trampas terribles
Asustado por este espectáculo, Don Bosco descubrió lazos en el suelo, peligrosas trampas que capturaban firmemente a sus presas. A la orden del ángel, siguió una de las cuerdas hasta la abertura del abismo. Tirando de ella con todas sus fuerzas, sacó del horno un monstruo repugnante, un demonio. La criatura del infierno agarró todos los lazos con sus uñas, y tiró frenéticamente en cuanto un niño quedó atrapado, para arrastrarlo al infierno.
Mirando atentamente los lazos, Don Bosco descubrió que cada uno tenía un nombre: el lazo del orgullo, el lazo de la desobediencia, de la envidia, de la impureza, del robo, de la gula, de la ira y de la pereza.
Observó que los lazos más peligrosos, los que más rápidamente conducían a los niños al infierno, eran los lazos de la deshonestidad, de la desobediencia y, sobre todo, del orgullo. Había también un lazo particularmente formidable, una trampa terrible en la que casi todos los jóvenes caen alguna vez. Su nombre: respeto humano, es decir, la falta de voluntad para hacer lo que es correcto por miedo a lo que los demás pensarán de ti, en otras palabras, querer el respeto de los demás antes que nada.
Los medios de escape
Afortunadamente, tirados en el suelo junto a estos lazos había cuchillos y espadas. Algunos niños los cogieron y cortaron firmemente los lazos del pecado. Estos instrumentos de salvación tenían nombres: "Comunión frecuente", "meditación", "devoción a la Virgen" y, sobre todo, la maravillosamente eficaz "confesión". Gracias a estas ayudas, varios muchachos lograron liberarse definitivamente de sus ataduras. Desgraciadamente, muchos otros siguieron atrapados.
Fue un espectáculo estremecedor para el santo sacerdote, que reconocía a cada uno de los muchachos que desaparecían con aullidos de espanto. En cada ocasión, quiso precipitarse e intentar sacar de nuevo a los desafortunados muchachos, pero el demonio le contuvo, explicándole que estos chicos habían recibido todas las advertencias necesarias.
Una advertencia
Este sueño puede parecer duro, incluso violento. Pero, por el contrario, era un signo de la gran bondad de Dios. Estaba explicando y advirtiendo mientras aún había tiempo. Ninguno de los niños que Don Bosco vio caer al infierno estaba realmente allí, ya que todos estaban todavía muy vivos. Al revelar qué chicos corrían el riesgo de sufrir una grave caída, Dios permitió al santo sacerdote ayudarles.
Esta visión ayudó a Don Bosco a explicar las "últimas cosas" a sus protegidos. Les ayudó a comprender la importancia de la confesión, del arrepentimiento sincero y de la devoción a la Virgen María, que siempre está presente para apoyar los esfuerzos sinceros de quienes buscan liberarse de las cadenas del pecado.