Formentera es sol, playas paradisíacas, chiringuitos, fiesta,… Pero es también trabajo incansable, superación, lucha,… Esta es la realidad, compleja como la vida misma, que se ha encontrado el variado grupo de 30 personas que ha viajado a esta isla española para vivir unas misiones de Semana Santa inéditas.
La idea surgió de una familia de Madrid que tiene una segunda residencia en Formentera y deseaba ardientemente compartir estos días con la gente de la isla su gran tesoro: la fe en Jesús y su amor a la Virgen.
Este matrimonio, Carlos y Paloma, fueron entusiasmando a otras familias, jóvenes, sacerdotes, personas consagradas de distintos lugares de España. Y también a personas del lugar, especialmente el párroco de San Francisco de Formentera.
De hecho, ya llevaban años evangelizando en su lugar de veraneo, sobre todo a través de imágenes de la Virgen Peregrina. Hoy son 23 que van pasando por las casas en la isla.
No son (exactamente) unas vacaciones
Y este año se lanzaron a empezar unas misiones familiares apostólicas al estilo de Misión País, una iniciativa de jóvenes estudiantes que dedican sus días libres a evangelizar en pequeños pueblos y propician milagros de transformación interior.
"Parece que van de vacaciones y remueven corazones", dijo a Aleteia el padre de la familia impulsora de estas misiones, Carlos Montero, al resumir emocionado todo lo vivido en los últimos días.
Con una intensa preparación previa de coordinación, logística y, sobre todo, oración, llegaron a la Semana Santa.
Esos días llevaron a cabo distintas actividades en el colegio que depende del obispado, en la residencia de ancianos, en la parroquia, en la calle, en la playa, en el bar…
También iban por las casas, llamando a las puertas e invitando a los vecinos a rezar juntos y a participar en las actividades de la Iglesia.
Como hermanos
"Las familias nos han abierto su corazón -explica Carlos-. Tienes conversaciones profundas, nos vemos como amigos, como hermanos".
Algunas personas recuperan la fe, vuelven a confesarse después de mucho tiempo, a celebrar la Misa, sienten el calor de la comunidad…
El grupo también ha participado en las actividades de Semana Santa de la parroquia, implicándose en las cofradías y compartiendo las liturgias que celebran la muerte y resurrección de Jesús.
Abrazos y lágrimas
Uno de los encuentros más impactantes de la misión sucedió en una plaza donde habitualmente se encuentran herederos del movimiento hippie en situación de exclusión social.
El grupo se acercó a ellos y, de hablar sobre el tiempo, pasaron a compartir su picnic y a conversar sobre cuestiones más personales.
Uno de ellos, con un perro al que decía llamar por el nombre de un guardián de la puerta del infierno, empezó a llorar por la emoción de sentirse acogido y abrazado.
Una niña le regaló su librito de oraciones y una cruz de misionera que él colocó sobre su pecho. Más tarde apareció por la iglesia para rezar.
Aquí puedes ver más imágenes de esta misión:
La misión continúa
Los misioneros quieren mantener su vinculación con Formentera. Algunos llevarán a cabo diversas actividades de evangelización en los próximos meses. Y el grupo se ha comprometido a tener una presencia en Semana Santa durante tres años.
Entre ellos compartirán un cuaderno en el que escribirán sus experiencias e intenciones por las que rezar juntos.
Y todo esto se realizará mientras cada uno lleva a cabo su misión en su propio hogar, con su familia, en el trabajo, en la propia parroquia.
"Había gente a la que le resultaba raro ir a Formentera a hacer misión -constata Carlos- pero existe un vínculo previo: tenemos una deuda con una isla que nos ha dado tanto disfrute y creemos que esta parroquia también se merece tener ayuda".