El planeta tierra en el que vivimos está en constante movimiento. Tiembla leve o fuertemente, envía lluvia o tormentas, granizo, huracanes, tornados, maremotos, inundaciones, incendios, erupciones y muchas manifestaciones más que pueden convertirse en catástrofes.
No podemos evitarlas pero sí podemos clamar a Dios para que la furia de estos fenómenos mengüe y dañen lo menos posible nuestras personas y posesiones, por eso, además de tener un cirio bendito para encenderlo ante alguna de estas situaciones, oremos confiadamente a nuestro Padre celestial.
Jesucristo nos acompaña
El Evangelio nos ha proporcionado un conocido pasaje en el que se presenta una tormenta en el mar y el Señor Jesús se encuentra tranquilamente dormido en la cubierta de la barca en el que viajan.
Los discípulos claman a Cristo para que los salve y Él increpa al viento y al mar. El Señor ha escuchado a estos hombres que pedían ayuda ante un fenómeno natural. Y más aún, les dice:
"¿Por qué tienen miedo? ¿Qué, no tienen fe? (Mc 4, 36-41)
Hagamos como los discípulos, imploremos a Jesús que acuda en nuestra ayuda, pero hagámosle caso a Él y oremos con mucha fe. Y, sobre todo, confiemos en que todo lo que ocurra estará dentro de su providencia divina que nos ayudará a alcanzar la salvación de nuestras almas.
Oración
Señor Dios Misericordioso,
que dominas los Cielos y la Tierra y calmas las tempestades,
escucha nuestras súplicas y aleja la furia de
la naturaleza de toda la tierra,
para que nuestro temor se convierta en jubilosa acción de gracias.
Te lo pedimos por intercesión de nuestra Madre Santa María de Guadalupe,
Madre del verdadero Dios por quien se vive.
Amén