"Comer y beber, divertirse, acumular", no conduce a la felicidad, advirtió el Papa Francisco durante el rezo del Regina Caeli, que presidió en la Plaza de San Pedro el 7 de abril de 2024, segundo domingo de Pascua, dedicado a la "Divina Misericordia".
El Domingo de la Divina Misericordia fue instituido por el Papa Juan Pablo II el 30 de abril de 2000, día de la canonización de Santa Faustina Kowalska. Cristo, apareciéndose a la mujer polaca, le pidió que difundiera la devoción a la Divina Misericordia y expresó su deseo de que esta fiesta se celebrara solemnemente el primer domingo después de Pascua.
Al introducir la oración mariana, el Papa Francisco meditó sobre el Evangelio del día, en el que el apóstol San Juan desea a los creyentes "tener vida". Para el pontífice argentino, este es el sueño que "nos une a todos":
La esperanza de vivir para siempre, de ser amados sin fin".
El jefe de la Iglesia católica alertó contra la tendencia a reducir la existencia "a una carrera frenética por gozar y poseer muchas cosas: comer y beber, divertirse, acumular dinero y objetos, experimentar nuevas y fuertes emociones".
"Es un camino que, a primera vista, parece agradable, pero que no sacia el corazón", advirtió, antes de remachar: "Siguiendo los caminos del placer y del poder no encontramos la felicidad", porque "quedan sin respuesta tantos aspectos de la existencia, como el amor, las inevitables experiencias del dolor, la limitación y la muerte".
Por otro lado, el 266º Papa aseguró que "la plenitud de la vida [...] se realiza en Jesús". "Con Jesús, la vida prevalece, la muerte y el pecado son vencidos", añadió, invitando a los fieles a "encontrarlo en los sacramentos y en la oración, [...] reconocer su presencia, [...] dejarse tocar por su gracia y guiar por su ejemplo". En definitiva, concluyó, se trata de dejarse "arrastrar a una relación con Él".