La Biblia es el libro en el que Dios expresa su amor por la humanidad, pues a pesar de que desde el principio le falló, nunca pensó en eliminarla ( cf Gn 3, 6); por el contrario, la promesa del Salvador surgió del Señor desde el principio:
"Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo. El te aplastará la cabeza y tú le acecharás el talón".
Amar y dar
Sin lugar a dudas, Dios nos pone la muestra de que Él no se cansa de amarnos y por lo mismo, nos dio todo, incluso a su propio Hijo:
"Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en Él no muera, sino que tenga Vida eterna".
Y el Hijo, nuestro Señor Jesucristo, habló también sobre el poder de dar, con sus equivalentes donar, entregar, etc. (de acuerdo con la traducción que se use de la Sagrada Escritura):
"Si quieres ser perfecto, le dijo Jesús ve, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres: así tendrás un tesoro en el cielo"
El amor se demuestra con obras
Por eso, el amor verdadero no es aquel que se pregona con palabras, pues el mismo Jesús lo ha advertido:
No son los que me dicen: 'Señor, Señor', los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo.
Y para que no quedara duda, nos menciona todas las obras de misericordia que debemos realizar con el prójimo, especialmente con el que sufre necesidad corporal, para asegurarnos un sitio en el cielo ( cf Mt 25, 34-39).
Sus discípulos lo entendieron bien. Santiago lo recuerda así en su carta:
"¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Acaso esa fe puede salvarlo? ¿De qué sirve si uno de ustedes, al ver a un hermano o una hermana desnudos o sin el alimento necesario, les dice: «Vayan en paz, caliéntense y coman», y no les da lo que necesitan para su cuerpo? Lo mismo pasa con la fe: si no va acompañada de las obras, está completamente muerta"
Para amar verdaderamente, hay que aprender a dar y a darse a los demás.