Hacer oración es algo que todos los cristianos debemos agregar a nuestro día, y no pensar en excusas, pues es un medio que tenemos para santificarnos y afianzar nuestra relación personal con Dios.
Sin embargo, puede resultar más difícil de lo que se dice, por ello, puede llegar el desánimo y el abandono total a su práctica.
No te des por vencido
El Catecismo de la Iglesia católica enseña al respecto:
Por último, en este combate hay que hacer frente a lo que es sentido como fracasos en la oración: desaliento ante la sequedad, tristeza de no entregarnos totalmente al Señor, porque tenemos “muchos bienes” (cf Mc 10, 22), decepción por no ser escuchados según nuestra propia voluntad; herida de nuestro orgullo que se endurece en nuestra indignidad de pecadores, difícil aceptación de la gratuidad de la oración, etc.
Sin embargo, también nos anima a seguir adelante con empeño:
La conclusión es siempre la misma: ¿Para qué orar? Es necesario luchar con humildad, confianza y perseverancia, si se quieren vencer estos obstáculos.