Cuando nos arrodillamos a rezar por la noche para pedirle algo a Dios, no significa que podamos pedirle cualquier cosa en la oración y Él nos la vaya a conceder.
Dios no es un genio que concede mágicamente todos nuestros deseos. En cambio, Dios es un Padre amoroso que sabe lo que necesitamos, incluso cuando rezamos pidiendo cosas equivocadas.
El Catecismo de la Iglesia Católica explica que los "celos" de Dios no le permiten darnos todo lo que pedimos:
"Pedís y no recibís, porque pedís mal, para gastarlo en vuestras pasiones". Si pedimos con el corazón dividido, somos "adúlteros"; Dios no puede respondernos, pues desea nuestro bienestar, nuestra vida.
Si pedimos algo que sería perjudicial para nosotros o para otra persona, Dios no nos lo va a conceder.
Dios nos ama y no quiere ver nuestro corazón persiguiendo otras cosas. Quiere que le busquemos a Él por encima de todas las cosas.
Alinear nuestro corazón con el de Dios
El Catecismo continúa mostrando que cuando nuestro corazón está alineado con la voluntad de Dios, entonces Él concederá nuestras oraciones:
"¿O pensáis que es en vano lo que dice la Escritura: 'Anhela celosamente el espíritu que ha hecho habitar en nosotros'?" Que nuestro Dios sea "celoso" de nosotros es señal de cuán verdadero es su amor. Si entramos en el deseo de su Espíritu, seremos escuchados.
El monje del siglo IV Evagrio Póntico nos da un consejo: "No te turbes si no recibes inmediatamente de Dios lo que le pides; porque Él desea hacer algo aún más grande por ti, mientras tú te aferras a Él en la oración".
San Agustín también nos ofrece su pensamiento al respecto: "Dios quiere que nuestro deseo se ejercite en la oración, para que seamos capaces de recibir lo que Él está dispuesto a dar".
Ejercitemos la pacencia
A menudo Dios está obrando en nosotros a través de nuestras oraciones para que algún día estemos preparados y dispuestos a recibir lo que Él quiere darnos.
No es fácil tener paciencia para recibir la respuesta de Dios en la oración. Lo que tenemos que hacer es reconocer el movimiento de Dios en nuestros corazones, aceptando el hecho de que somos nosotros los que necesitamos cambiar, no Dios.
Si Dios no responde a nuestras oraciones de la manera que deseamos, probablemente significa que hay algo dentro de nosotros que necesita ser cambiado.