Típicamente, cuando la mayoría de nosotros intentamos entrar en oración, nos vemos bombardeados por diversas distracciones, tanto internas como externas.
Las distracciones externas son más fáciles de controlar, ya que suelen consistir en apagar la radio, silenciar el teléfono móvil o trasladarse a un lugar más apartado. Por el contrario, las distracciones interiores son más difíciles de manejar, ya que normalmente proceden de nuestra propia mente errante.
El Catecismo de la Iglesia Católica describe este obstáculo común a la oración:
La dificultad habitual en la oración es la distracción. Puede afectar a las palabras y a su significado en la oración vocal; puede concernir, más profundamente, a aquel a quien rezamos, en la oración vocal (litúrgica o personal), en la meditación y en la oración contemplativa.
Cómo combatir las distracciones durante la oración
El Catecismo explica además que, "Ponerse a la caza de las distracciones sería caer en su trampa" (CIC 2729).
Lo que esto significa es que no debemos apartar conscientemente nuestra atención de estas distracciones, ya que entonces acabamos aún más distraídos. Por el contrario, el Catecismo afirma que estas distracciones revelan más sobre el estado de nuestra alma que cualquier otra cosa:
En efecto, una distracción nos revela a qué estamos apegados, y esta humilde conciencia ante el Señor debe despertar nuestro amor preferencial por Él y llevarnos resueltamente a ofrecerle nuestro corazón para que lo purifique. Ahí está la batalla, la elección de a qué amo servir.
Pide ayuda para la lucha
Esta revelación puede ser difícil de discernir, y sería aconsejable consultar a un director espiritual para descubrir adecuadamente lo que estas distracciones revelan sobre nosotros mismos.
Sin embargo, puede ser cierto que nuestro corazón esté demasiado apegado al ajetreo del día que a Dios.
Podríamos estar demasiado preocupados por la lista de la compra, o por las diversas actividades en las que participan nuestros hijos o nietos después del colegio.
O puede que seamos demasiado adictos a las diversas aplicaciones de nuestro teléfono, y estemos más interesados en lo que nuestros amigos publican en Facebook que en lo que Dios está tratando de decirnos durante la oración.
Un consejo de utilidad...
Cualquiera que sea la distracción que estamos luchando por superar, puede valer la pena escribirlas y ver si hay un patrón. Si lo hay, puede que nuestro corazón no esté en el lugar correcto y que Dios necesite purificarnos primero para que podamos estar más centrados en Él durante la oración.