Dios, en su infinita sabiduría, ha querido que el ser humano se encarne en el vientre de una madre, nazca como niño o niña y vaya creciendo para alcanzar su madurez física y espiritual dentro de una familia que lo ame y lo proteja.
Él mismo quiso que su Hijo viviera esa experiencia verdaderamente:
El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él (Lc 2, 40).
Orar con los niños
La infancia de todo el mundo tienen mucho qué agradecer y pedir a Dios, por eso, roguemos al Señor que nos ayude a ser generosos con nuestro tiempo y vida para darlo a nuestros niños.
¡Seamos como niños para entrar al reino de los cielos!