Mientras que la Iglesia destaca a menudo la gloriosa resurrección del cuerpo para los que están en el Cielo, a veces olvidamos lo que les sucederá a los que decidan ir al Infierno.
Ellos también recibirán un cuerpo resucitado, pero no de la misma manera que los que están en el Cielo.
¿Qué enseña el Catecismo?
El Catecismo de la Iglesia Católica explica esta enseñanza:
"¿Quién resucitará? Todos los muertos resucitarán, 'los que hicieron el bien, a la resurrección de la vida, y los que hicieron el mal, a la resurrección del juicio'".
El P. William Saunders amplía esta creencia en un artículo sobre la Resurrección de los Muertos del Arlington Catholic Herald.
"¿Y los cuerpos resucitados de las almas de los condenados en el infierno? Estos cuerpos tendrán identidad, totalidad e inmortalidad, pero no las cualidades trascendentes nuestras. Tendrán la condición necesaria para sufrir el castigo eterno del infierno, pero no la glorificación del Señor que comparten los que están en el Cielo".
Para cualquiera que elija ir al Infierno para separarse de Dios, esto solo significará sufrimiento, como Jesús menciona frecuentemente en los Evangelios.
El Gehenna que no se extingue
"Jesús habla a menudo de la 'Gehenna' del 'fuego inextinguible' reservado a los que hasta el final de sus vidas se niegan a creer y a convertirse, donde pueden perderse tanto el alma como el cuerpo. Jesús proclama solemnemente que 'enviará a sus ángeles y recogerán… a todos los malhechores y los arrojarán al horno de fuego', y que pronunciará la condena: 'Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno'".
Sin embargo, cabe señalar que el "principal castigo del infierno es la separación eterna de Dios, en quien solo el hombre puede poseer la vida y la felicidad para las que fue creado y que anhela".
El sufrimiento físico será ciertamente grande, pero no será comparable al sentimiento de aislamiento de Dios, un aislamiento que esas almas eligieron libremente al final de sus vidas.
Dios no manda a nadie al infierno
Recuerde, nadie es "enviado" al Infierno. Es una elección libre de aquellos que viven toda su vida alejados de Dios y que, a las puertas de la muerte, prefieren estar aislados que en comunión con Dios.
También el Catecismo, en el punto 1058, nos dice: