"Todo, dentro y fuera de nosotros, implora esperanza y busca, aun sin saberlo, la cercanía de Dios", dijo el Papa Francisco en su homilía de las Segundas Vísperas de la Ascensión, celebradas en la Basílica de San Pedro de Roma el 9 de mayo de 2024, tras la grabación y lectura de la Bula de Convocatoria para el Jubileo 2025. El Pontífice reza para que Dios conceda a su Iglesia "la gracia de redescubrir la esperanza, de anunciar la esperanza, de construir la esperanza".
El Papa subraya que la desesperación de nuestra sociedad proviene del hecho de que "a menudo está inmersa en el presente y es incapaz de mirar hacia el futuro". En consecuencia, se encuentra sufriendo ante los males de la época actual: la "grisura del individualismo y de la facilidad", "la creación gravemente herida y desfigurada", los "mañanas llenos de miedo" que amenazan a los pueblos, las "guerras que siembran la muerte", las injusticias, los últimos que se quedan "atrás".
Sin esperanza, "el sueño de un mundo fraterno corre el riesgo de parecer un espejismo", reconoce el Papa Francisco. Y ante este desafío, constata que la Iglesia sufre a menudo el "peso del cansancio y de la fragilidad".
Pero el Papa pide a los cristianos que no olviden su misión: "mantener encendida la luz del Evangelio" y "transmitir a todos el fuego que Jesús trajo y encendió en el mundo de una vez para siempre". Armados de esperanza, pueden llevar sus "sueños que ninguna oscuridad puede apagar".
"Cantores de esperanza"
Esta esperanza no es "un mero optimismo humano" o "una expectativa efímera ligada a alguna seguridad terrena", advierte el Pontífice. Por el contrario, encuentra su "fundamento" en la Resurrección de Cristo, por la que "ascendió al cielo y lleva nuestra humanidad, llena de expectativas e interrogantes, al corazón de Dios".
Por tanto, los cristianos pueden ser "cantores de esperanza en un mundo marcado por demasiada desesperación", instó el Papa. Porque la vida cristiana, insistió, sabe "tocar la fibra sensible de la humanidad".
Una fe más pura
El Papa Francisco concluyó su homilía con una larga cita de Romano Guardini, uno de sus modelos espirituales. El teólogo alemán del siglo XX reconoce que el mundo que le rodea se aleja de Dios y que "la Palabra del Señor decae", pero insiste en la fidelidad de los creyentes.
"Quizá Dios esté más cerca de nuestra época glacial que del Barroco con sus iglesias pomposas, de la Edad Media con su abundancia de símbolos, del cristianismo primitivo con su valor juvenil ante la muerte", afirma Romano Guardini.
Porque, en su opinión, es de la fidelidad de los cristianos de hoy de donde "podría nacer una fe no menos válida, quizá incluso más pura, o en cualquier caso más intensa de lo que ha sido nunca".