"El Espíritu Santo nos da la fuerza para superar nuestros impulsos", dijo el Papa Francisco en la Misa de Pentecostés celebrada en la Basílica de San Pedro el 19 de mayo de 2024. El Papa, cuyo cansancio era palpable al día siguiente de su ajetreada visita pastoral a Verona, redujo el texto de su homilía. La plegaria eucarística en el altar fue pronunciada por el cardenal Arthur Roche, Prefecto del Dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, bajo el baldaquino, que sigue cubierto por una lona y andamios como parte de su restauración, que durará hasta diciembre.
Utilizando el relato de Pentecostés del descenso del Espíritu Santo sobre los apóstoles, el Papa Francisco vinculó dos características de Dios: "fuerza y delicadeza". "El Espíritu Santo es fuerte y delicado", insistió el pontífice, recordando que en el relato de los Hechos de los Apóstoles, la experiencia de transformación del corazón experimentada por Pedro y Juan es tal que rechazarán la prohibición formulada por el Sanedrín de "hablar o enseñar formalmente en nombre de Jesús".
"Nos es imposible callar lo que hemos visto y oído", respondieron, y el Papa invitó a los cristianos de hoy a dar testimonio de este don del Espíritu "recibido en el Bautismo y en la Confirmación". "Somos enviados a anunciar el Evangelio a todos, saliendo siempre al encuentro, no solo geográficamente, sino también más allá de las barreras étnicas y religiosas, para llevar a cabo una misión verdaderamente universal", explicó Francisco, citando la encíclica Redemptoris Missio de Juan Pablo II.
Permanecer fieles "a la verdad"
En esta perspectiva, la misión no se puede vivir "con arrogancia e imposición, ni con cálculos y trucos, sino con la energía que brota de la fidelidad a la verdad", aseguró el Obispo de Roma.
Por eso "seguimos hablando de paz a los que quieren la guerra, de perdón a los que siembran venganza, de acogida y solidaridad a los que cierran puertas y levantan barreras, de vida a los que eligen la muerte, de respeto a los que aman humillar, insultar y rechazar, de fidelidad a los que rechazan todo vínculo, confundiendo la libertad con un individualismo superficial, opaco y vacío", explicó Francisco.
Hay que salir al encuentro de "todos, todos, buenos y malos", con "la delicadeza de acoger a todos", insistió Francisco, al dejar su texto. "Necesitamos esperanza. Necesitamos levantar la mirada hacia horizontes de paz, fraternidad, justicia y solidaridad. Esta es la única forma de vida, no hay otra", aseguró Francisco, concluyendo con esta oración: "Ven, Espíritu Creador, ilumina nuestras mentes, llena nuestros corazones con tu gracia, guía nuestros pasos, da a nuestro mundo tu paz. Amén".
Como signo de la universalidad de la Iglesia, que fue particularmente evidente durante esta liturgia de Pentecostés, las lecturas se leyeron en español y en inglés, y las intenciones de oración se leyeron en chino, polaco, francés, filipino (tagalo) y swahili. La Plegaria Eucarística se rezó en italiano.