Hace un par de años recomendábamos en este espacio Años de sequía (The Dry), una película australiana de Robert Connolly basada en una de las novelas de Jane Harper en torno al detective de la policía Aaron Falk (Eric Bana, de quien destacábamos la frase que le dijo a la prensa: “Soy católico y creo en el mal”, lo que confería la entidad adecuada para su personaje). The Dry, aunque no es muy popular, gustó mucho a la crítica y se ha ido convirtiendo en una de esas películas que van generando culto y añadiendo admiradores. El mismo equipo principal (Bana, Harper, Connolly, Peter Raeburn en la música) regresa ahora en lo que no es una secuela ni una mera continuación, sino otro de los casos del personaje: Force of Nature (The Dry 2). Las mismas claves de aquella se repiten en esta:
Primero, el caso en el que Falk tiene que trabajar junto a su compañera Carmen Cooper (Jacqueline McKenzie): resolver la desaparición en el bosque de una conocida, Alice (Anna Torv); segundo, ese caso también le trae recuerdos del pasado, como en la película precedente: el policía rememora, a medida que avanza la trama, un episodio traumático de su infancia en el que se adentró de excursión en ese mismo bosque junto a su padre y su madre; tercero, el clima y el paisaje utilizados como si fueran personajes secundarios del argumento: si en The Dry era la sequía la que afectaba a los habitantes del pueblo, aquí es la proximidad de una tormenta que puede arrasar con todo.
Falk y Cooper presionaron a Alice para que sacara documentos comprometedores de la empresa en la que trabaja. Ambos creen que ese puede ser el motivo de su desaparición: que su jefe se haya encargado de hacerla desaparecer para ocultar las pruebas de un posible blanqueo de dinero, recogidas por la mujer en un usb. Mientras interrogan al resto de las excursionistas que fueron con Alice y buscan pistas e indicios, el tiempo juega en su contra porque el temporal, ya próximo, les impedirá adentrarse en el bosque.
Un trauma de la infancia: la desaparición de la madre
Lo más interesante de The Dry 2, aparte de las interpretaciones de Bana y Torv, es cómo la presencia del bosque despierta el pasado en la memoria del detective Aaron Falk. Como ya señalamos, cuando era niño acudió con sus padres de excursión a esa zona, agreste y espesa y rica en senderos y en cascadas. Su padre le encomendó la tarea de guiarles. Poco después, su madre se extravía y Aaron y su progenitor se dedican a buscarla. El padre cree que ella sobrevivirá porque sabe arreglárselas y conoce los pasos fundamentales para no morirse de frío o hambre. Cuando encuentran a la madre, está malherida.
Esos momentos van surgiendo poco a poco en forma de flashbacks, y suponen una herida no curada para Falk. No lo dice, pero se siente culpable por aquel extravío de su madre. Y la manera de cerrar esa herida, de redimirse de alguna manera, es no cayendo en el mismo error: tiene que encontrar a Alice antes de que sea demasiado tarde. Falk le dice a su compañera: “Conozco ese bosque. Sé el poco tiempo que tiene. Sé lo rápido que las cosas se ponen feas y sé lo que pasa cuando no encuentras a la gente a tiempo”.
Que Falk, por sus traumas y recuerdos del pasado, se implique personalmente en los casos que investiga es una de las bazas fuertes de las adaptaciones de los libros de Jane Harper. No se trata solo de un policía que combate contra el mal, sino que los casos le atañen de manera directa. Tanto en la primera película como en ésta, las personas implicadas son amigos suyos o conocidos. Se teje entonces una red de paralelismos entre el pasado y el presente, lo personal y lo profesional. El asunto de la posible pérdida materna también se activa en el presente cuando en el filme aparece la hija de Alice, preocupada por el paradero de su madre.
El director, Robert Connolly, dosifica bien las tensiones entre las excursionistas, el drama interno de Falk y su angustia actual para encontrar a Alice, el paisaje tropical y montañoso como una especie de amenaza natural, donde una persona puede alcanzar serenidad y paz interior pero también la muerte por una caída o la picadura de una araña. El resultado final es solvente aunque la película no alcanza el músculo cinematográfico de Años de sequía, quizá porque el argumento es más endeble. Pero las necesidades de redención de los personajes siguen ahí, y eso, y la interpretación de Eric Bana como policía afligido, hacen que verla valga la pena.